lunes, 29 de enero de 2007

LA SOMBRA DE PHILEAS FROGGER

El cuento que os presento es de mi amigo Fernando Mendez. Fernando es una de las personas más pacientes y habilidosas que conozco. Domina por completo el mundo de la papiroflexia ¿o queda más mono decir origami? Bueno, el caso es que aún recuerdo con asombro maravillado como fue capaz de hacerme un hada diminuta con el papel de plata de una cajetilla de tabaco, ¡con peana y todo!
Hoy, sin embargo, quiero enseñaros uno de sus cuentos, también pequeñito, como el hada, pero que igualmente ha conseguido dejarme con la sonrisa puesta.


LA SOMBRA DE PHILEAS FROGGER

El día en que me dijeron que iba a conocer a Phileas Frogger me imagine un tipo imponente, resultado de todo el conjunto de leyendas que circulaban en torno a su persona. Pero la decepción fue mayúscula. Phileas era un tipo normal, de esos con los que te cruzas a diario en las grandes ciudades y que pasan completamente desapercibidos. Tampoco era alto y su rostro era de lo más vulgar. Su porte desgarbado no estaba en absoluto en consonancia con la reputación que le precedía. Pero he de admitir que había algo que llamaba poderosamente la atención. Su sombra. Más correcto seria decir su impresionante sombra. Daba igual de donde proviniese la luz, Phileas proyectaba una sombra que abarcaba varias manzanas, dejando en penumbra todo lo que se encontraba tras sus menudas espaldas. Y ese era el rasgo peculiar que le caracterizaba, la legión de personas que le seguían, sobre todo en las tardes estivales, refugiándose en una zona que siempre se mantenía fresca. Y eso es todo. Phileas podría ser un mediocre pero no dejaba sombra de duda.

lunes, 22 de enero de 2007

ENCICLOPEDIA DE DESEOS Y UN HOMBRE EXTRAORDINARIO

Hace unas cuantas semanitas, en unas charlas sobre simbolismo que dio Ignasi Potrony me presentó a un hombre extraordinario: Santiago de León.
El parrafito que me gusto tanto, me enganchó por la historia de los mapas de los deseos: esos lugares asombrosos y magnéticos por los que soñamos pasearnos. Me hizo pensar en cuales podrían ser esos sitios mágicos para mí, a medio camino entre el mundo real y el imaginado. Y hay muchos, sí, pero anhelo especialmente el viaje a Limbadh, lugar de la Resistencia de Idhun; a Invernalia para conocer a Ned, Arya, Robb a John Nieve y escuchar todas las Canciones de Hielo y Fuego que sean posibles; me gustaría subirme en la barca de la dama de Shalott y perderme en los desiertos de Paul Bowles...

Ignasi conoce otros muchos hombres extraordinarios y hasta tienen página web: http://www.thefourthrail.com/features/0503/loeg2-5notes.shtml

Yo os dejo en el umbral de la enciclopedia de los deseos, estoy segura de que sabréis disfrutar de vuestro propio viaje.

El Zorro, comienza la leyenda
Isabel Allende
Random House Mondadori, Barcelona, 2006
De Bolsillo
pàg 105

El capitán, Santiago de León, demostró ser un hombre de personalidad singular. Era de corta estatura, enjuto, con las facciones talladas a cuchillo en un rostro curtido por muchos mares. Cojeaba, debido a una desgraciada operación para quitarle una bala de la pierna siniestra, que el cirujano no pudo extraer, pero en el intento lo dejó baldado y dolorido para el resto de sus días. El hombre no era proclive a quejarse, apretaba los dientes, se medicaba con láudano y procuraba distraerse con su colección de fantasiosos mapas. En ellos figuraban lugares que tenaces viajeros han buscado por siglos sin éxito, como El Dorado, la ciudad de oro puro; la Atàntida, el continente sumergido cuyos habitantes son humanos pero tienen agallas, como los peces; las islas misteriosas de Luquebaralideaux, en el mar Salvaje, pobladas por enormes salchichas de filudos dientes, pero carentes de huesos, que circulan en manadas y se alimentan de la mostaza que fluye en los arroyos y, según se cree, puede curar hasta las peores heridas. El capitán se entretenía copiando los mapas y agregando sitios de su propia invención, con detalladas explicaciones; luego los vendía a precio de oro a los anticuarios de Londres. No pretendía engañar, siempre los firmaba de puño y letra y agregaba una hermética frase que cualquier entendido conocía: “Obra numerada de la Enciclopedia de Deseos, versión íntegra”.

miércoles, 17 de enero de 2007

MADAME AMULETTE

Ay, ay, este cuento que os presento fundamenta los principios de la cuentería zen occidental. Es una joya de precisión. Lo podéis encontrar en el libro "Cuentos pulga" de Riki Blanco quién lo ha ilustrado y escrito; está publicado por Thule ediciones (que dicho sea de paso hacen unos libros vicio total: http://www.thuleediciones.com/)

El libro, a través de imágenes y de una cuidadísima tipografía, nos presenta los personajes de un circo: hombres bala que se enamoran de trapecistas, lanza cuchillos con mala puntería, contorsionistas capaces de esconderse dentro de sí mismas... y la sabia Madame Amulette. Voy a ver si concierto una cita con ella para que me descubra las sutilezas del instante; esas que con la prisa diaria no sé ver.


Madame Amulette

Madame Amulette presagió que se quedaría sin poderes. Y así fue.
Al igual que siendo niña predijo que iba a ser vidente antes de que lo fuera.

Ahora madame Amulette no puede leer en ninguna mano las líneas del futuro, pero ha aprendido a leer entre líneas el presente.

jueves, 11 de enero de 2007

EL GLOBO ROJO

Rocío Marcos y Julia Clay inauguran exposición en el Alma Bar del Born (Sant Antoni dels Sombreres, 7), el jueves 18 de enero a las 8.30 de la tarde, a partir de entonces y hasta el 28 de febrero podréis disfrutar y comprar su obra.

El trabajo de Julia retrata paisajes del lugar donde ella trabaja: el Poblenou. Grandes naves industriales, espacios abiertos a los nuevos creadores que han desaparecido o están desapareciendo "gracias" a la especulación inmobiliaria; paredes cubiertas de grafítis, coches, camiones, la vida que pasa.

Y los cuadros de Rocío levantan nuestros pies del suelo para recordarnos que el deseo nace hondo y vuela alto.

Chicas, ¡mucha suerte! Espero que os vaya muy bien porque me gusta mucho lo que hacéis. Además, os agradezco que me hayáis dado la oportunidad de colaborar con vosotras poniendo palabras alrededor de vuestras imágenes.

Por cierto, esta ha sido mi manera de mirar...


EL GLOBO ROJO

Le dijeron que había nacido para hacer feliz a la gente, que su función en esta vida era alegrar el corazón de los humanos. Le esperaba un futuro maravilloso: fiestas, juegos infantiles, risas, besos tras los cristales...

Pero no fue eso lo que vio.

Nada más nacer, lo empaquetaron y lo metieron en una caja junto a otras tiras de látex de colores.

Cruzó el mar en un barco de mercancías. Se mareó rodeado de silencio y oscuridad porque dentro de la caja nadie hablaba. Todos sentían curiosidad, pero el miedo les agarrotaba la garganta.

Luego el transporte por carretera.

- ¿A dónde nos llevarán? – se aventuró a decir.

- He oído que nos espera un futuro maravilloso – dijo otra voz – al parecer creceremos y nos sacaran a ver el mundo. El mundo debe ser un lugar lleno de luz y de espacio. Un sitio fantástico.

Pero aún le tocó esperar. Es difícil precisar el tiempo cuando reposas dentro de una caja de cartón apretujado dentro en una bolsa. Pero su momento llegó y cuando la caja se abrió, comprendió...

Lo hincharon de helio. Y el listón de látex... se notó ligero: ¡podía volar! Le ataron una cuerdecita en un extremo de tal manera que su cabeza flotaba en el aire pero tenía los pies bien amarrados a la tierra.

Había mucho ruido alrededor. Un pulpo gigante movía los brazos y sus enormes tentáculos iban sobrecargados de cacharros con humanos que daban vueltas y gritaban como locos. Ensordecedor. Luego vio un puestecillo con camellos bidimensionales que se disputaban una loca carrera, y avanzaban a trompicones, a golpes de aciertos de pelotas que encajaban dentro de una canasta. Absurdo. Pero lo que más le sorprendió fue un hombre que daba vueltas y vueltas a un palo en torno a una cazuela y más vueltas daba el palo más se hinchaba y se hinchaba hasta convertirse en una bola de algodón rosa.

Aquella bola de Algodón Rosa no era como los demás. Aquella bola de Algodón Rosa le hacía cosquillas en el interior. Era dulce y hermosa. El olor que desprendía hacía que se le abriera la boca y que todos los poros de... su piel... quisieran tocarla y poseerla. Intentó acercarse a ella. Pero no podía. Sus pies estaban bien amarrados al mazo de globos que flotaban de la mano de aquel vendedor.

El Globo Rojo daba saltitos desde el mazo intentando llamar la atención del Algodón Rosa. Y... ¡sí! El Algodón Rosa no se mostró indiferente a aquel admirador tan etéreo. Coquetearon intensamente, sin poder dejar de mirarse y de olerse.

Era el destino: un niño se paró delante del hombre de los palos y de la cazuela azucarada y compró el Algodón Rosa.

Pero era un niño en una tarde de feria y lo quería TODO. También quiso un globo y se acercó al hombre que tenía el manojo de globos más denso que se hubiera visto jamás.

El Globo Rojo supo que esa era su oportunidad: ahora o nunca. Y se tiró en plancha.

Efectivamente, el niño eligió el Globo Rojo.

Y el Algodón Rosa y el Globo Rojo tuvieron un idilio corto, pero apasionado.
Porque su amor duró hasta consumirse.


El niño dejó que le ataran el globo a la muñeca y se montó en un caballito eléctrico que le convirtió en un jinete ultrarrápido que se agitaba entre haces de luces y neones.

Después atravesó un castillo encantado y se asustó con la presencia de fantasmas y con escaleras que se movían a destiempo. Estuvo a punto de caer, pero siempre resistía.

Llegó la hora de volver a casa.

Y el Globo Rojo supo que lo que había visto hasta ahora no era más que una parte del mundo. Una parte muy chiquitita y tal vez no era la más real.

Cuando abandonaron aquellas calles de bombillas, neones, música estridente y tumulto, se adentraron en otras más vacías, con pintadas en muros, con casas a medio construir, con letras que invadían el espacio y con naves enormes y deshabitadas.



Vio a hombres que se apoyaban en los muros y miraban la vida pasar. Vio a niños que daban golpes a pelotas y a camiones de rojo intenso que paseaban orgullosos por la carretera.


El Globo Rojo sintió entonces la tristeza de abandonar el mundo que había conocido hasta ahora. Se sintió minúsculo. Pequeñísimo. Un ser sin importancia. Casi sin valor.

El niño tiraba del Globo Rojo y golpeaba con él la cabeza de su hermano pequeño. Una y otra vez.

- ¡Qué me dejes! – gritaba el pequeño - ¡Mamaaaaa!

- Albert – dijo la madre – si no dejas de golpear a tu hermano con el globo te lo soltaré de la muñeca y lo perderás para siempre.

El Globo pensó: “¿Soltarme? Siempre he estado sujeto a algo. Nunca he sido libre. Siempre he ido a donde me han llevado...”
Y por primera vez en su vida, el Globo sintió el deseo, la punzada y el impulso de la libertad.


Miro hacía arriba. Al cielo que cubría las cabezas de todos. Miro las antenas que peinaban los terrados de las casas. Miro las copas de los árboles. Y miro las nubes. Las nubes algodonosas de una tarde de verano. Nubes hinchadas que flotaban al viento, rojas, rojizas, anaranjadas... y recordó la calidez de un Algodón Rosa, sí, y los “ojos” se le inundaron de lágrimas y el “alma” se le partió en dos.


- Ya está bien, Albert, te he dicho que dejaras de dar golpecitos a tu hermano con el globo. Vale ya de tanta tontería; que hasta que no consigues sacarme de quicio no paras – dijo la madre mientras desanudaba la cuerda de la muñeca del niño.

- Pero MAMAAAAAAAAA si yo no he hecho nada.


El Globo Rojo supo que aquello era la libertad. Se sintió ebrio. Una excitación le recorrió todo el cuerpo. Sin ataduras. Flotando a su libre albedrío, nadando en el viento. Solo. Libre.
A medida que se elevaba dejó de oír el llanto del niño, los ruidos de los coches, y se le hicieron más perceptibles sonidos más sutiles: las sábanas que crujían tendidas de las cuerdas de los balcones, el piar de los pájaros, el roce de las hojas de los árboles, el ulular de las ráfagas de viento.

Tuvo miedo de nuevo. Tuvo miedo de abandonarse a ese fluir del viento y se preguntaba si iba donde quería o donde le llevaba la brisa.

Por encima de él las nubes avanzaban deprisa, abultadas, blancas y púrpuras, era como si le llamaran, como si esperaban para acogerle en su interior.

El Globo no tenía ni idea de cuanto iba a durarle la sensación de euforia que siguió al miedo y al abandono de si mismo, pero comprendió que había tenido una vida intensa y llena de experiencias.

No tenía ni idea de cómo acabaría la cosa, pero acabase como acabase sabía que no podía olvidarse de dar las Gracias por ello antes de desaparecer.
Gracias.
Ssss. Plas...

jueves, 4 de enero de 2007

CUENTEANDO EN UN CONVENTO DE CLAUSURA


Estas Navidades he vuelto a casa, a Valladolid, es lo que toca por estas fechas, ¿no? Entre lechazo, vinos, tapas, cervezas y demás he encontrado tiempo para sacar los cuentos a pasear; o puede que los cuentos me hayan llevado a mi a enclaustarme, según se mire.


En principio pensaba ir a contar a los niños más pequeños en los locales de la Cofradía de la Cruz Desnuda, soy hermana cofrade desde hace más de 20 años (y es que... la Semana Santa en Valladolid es PARA VERLA) pero la cosa se fue liando y acabé contando en un convento de clausura.


Los jovencitos hacían una representación de “La posada de Elías” en el convento de Sta. Isabel y pensaron que si entraba el teatro en la iglesia ¿por qué no un cuentacuentos? Entre mi repertorio busque un par de los más divertidos y políticamente correctos y para allá que me fui.


La experiencia ha sido fantástica. El entorno era bastante impresionante: retablo de Juni detrás, a la izquierda una talla de Gregorio Fernández, a la derecha la cancela y las monjas de clausura y delante mis sobrinas, Irene y Elisa, mi hermana y unos cuantos amigos; bueno y público en general, claro.


Yo entusiasmo le pongo. En esta foto estoy contando el cuento de Jorge Zentner “El sueño del rinoceronte” y hago de tigre. Me cuesta mucho pegar zarpazos y rugir, pero a base de macarrearlo cada vez lo hago más creíble (al menos eso me imagino yo). Y desde luego las monjas se reían.


Y se reían. Y pensé: “bueno, el público delante no las está viendo. Sin embargo, la palabra, las risas, y sobre todo los cuentos nos están uniendo a todos”. Así que quise ahondar más en esa relación y me acerqué a ellas micrófono en mano. Al principio mi reacción les sorprendió un poco, pero después se unieron a colorear los animales de la selva junto con todos los demás.





Tanto si te alejas del mundanal ruido, como si vives en él, hay algo que nos hace volar a todos: LA IMAGINACIÓN.

Supongo, eso sí, que hay que querer ponerse las alas.

Por cierto, las monjas hacen unas pastas de hojaldre absolutamente deliciosas, crujientes, pringosillas y GRANDES.

Gracias a todos por compartir conmigo aquel momento. Soñar historias en solitario es en sí un suceso extraordinario pero cuando lo compartes tocas el cielo.