domingo, 25 de marzo de 2007

LUIS CERNUDA Y PEPE ESPALIÚ

Ayer se casaron unos amigos muy queridos para mí, Agustín y José Antonio. Fue una boda emotiva y me sentí absolutamente afortunada por estar allí y por compartir con ellos aquel momento.

Por eso, hoy, quiero colgar uno de los poemas de amor más hermosos que conozco y la foto de una escultura que dice lo mismo pero con otro lenguaje. La escultura es de PEPE ESPALIÚ; la foto, lo siento, es penosa, pero no tengo otra mejor, son dos jaulas unidas por la parte de abajo.

LUIS CERNUDA

Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban,

para saludar la verdad erguida en medio,

pudiera derrumbar su cuerpo,

dejando sólo la verdad de su amor,

la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición,

sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

proclama ante los hombres la verdad ignorada,

la verdad de su amor verdadero.


Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

cuyo nombre no puedo oír sin un escalofrío;

alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina

por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

como leños perdidos que el mar anega o levanta

libremente, con la libertad del amor,

la única libertad que me exalta,

la única libertad por que muero.


Tú justificas mi existencia:

si no te conozco, no he vivido;

si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

lunes, 12 de marzo de 2007

AUSTER, KAFKA Y LA MUÑECA

Nos gusta que nos cuenten historias. Desde que somos niños nos gusta sumergirnos en mundos imaginarios que amplíen nuestros horizontes y que expliquen nuestro presente. Ese deseo de sobrevolar la realidad para volver de nuevo a ella, pero como se vuelve después de un largo viaje lleno de aventuras: como un héroe, eso es lo que significa para mi la anécdota que me ha enviado Ignasi. La ha encontrado mientras leía Brooklyn follies del escritor mago Paul Auster.

Os invito a leerla, al final te da igual que se pueda corroborar la anécdota o no, lo importante es que prefieres creértela. ELIGES QUE SEA CIERTA:


AUSTER, KAFKA Y LA MUÑECA
de Brooklyn Follies
Anagrama. Barcelona, 2006
pp 159-161

- Vale. Cuéntame ya esa historia.

- De acuerdo. Esa historia. La historia de la muñeca... Estamos en el último año de la vida de Kafka, que se ha enamorado de Dora Diamant, una chica polaca de diecinueve o veinte años de familia hasídica que se ha fugado de casa y ahora vive en Berlín. Tiene la mitad de años que él, pero es quien le infunde valor para salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde hace mucho, y se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en el otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos, la peor inflación de la historia de Alemania. Pese a ser plenamente consciente de que tiene los días contados.

Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un día, se encuentra con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje”, le dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?

Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve como se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.

Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.

Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. Tres semanas. Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.

Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen estas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.

domingo, 4 de marzo de 2007

MIRCEA VISTO POR MAITREYI DEVI

Está claro que la vida nos regala historias maravillosas. Algunas las contemplamos sólo como espectadores o como personajes secundarios, pero, en otras, somos los protagonistas. Algunas historias se escriben y vibran cada vez que se leen.

En el 2003 me compré un par de libros que me engancharon por la historia que los recorría. El primer libro que leí fue el que está escrito por Mircea Eliade "Maitreyi. La noche bengalí".

Mircea Eliade es un más que reputado filosofo y estudioso de la historia de las religiones. Había leído obras suyas para un estudio de iconografía (hace ya tropocientos mil años) pero no tenían nada que ver con la novela que tenía entre las manos. Aquella novela, esta novela, es un intento catártico de liberarse de un amor imposible. Mircea vivió en la India en 1928, allí conoció a Maitreyi, la hija de su maestro, y se enamoró perdidamente de ella. ¿Él occidentel y ella hindú? La cosa terminó mal. Muy mal. Como toda historia de amor que se precie.

El libro empieza con una dedicatoria:

"¿Te acuerdas de mí, Maitreyi?
Y si te acuerdas, ¿podrás perdonarme algún día?"

Ella se acordaba de él. 40 años después de que él se marchara de la India - y nunca más regresara - ella se enteró de que Él había escrito un libro revelando al mundo su historia. Y no la sentó muy bien. Decidió replicarle y escribir la historia desde su punto de vista..."Mircea. Una historia de amor"

Maitreyi Devi es una mujer de rompe y rasga. Nació en 1914 y murió en 1990 en el intermedio fue alumna de Rabindranath Tagore y estuvo vinculada muy estrechamente con la Gandhi Peace Foundation, fue vicepresidenta del Consejo coordinador de mujeres de toda la India.

Cuando supo que Mircea había escrito su libro y desvelado sus secretos estaba ya casada y con la vida bien repleta de personas, actividades y emociones, pero aún así pensó:

"Ahora que puedo conseguir su dirección, ¿por qué no le escribo una carta? ¿Acaso no puedo escribirle a un viejo amigo? Pero ¿cómo pedirle su dirección a Srmati Parvati? ¿Qué pensará? Que piense lo que quiera, ¿a mí qué me importa? (...)
Al día siguiente escribí: Querida Parvati, ten la bondad de hacerme llegar la dirección de Mircea Euclid". A la dirección Parvati añadió algunos detalles: "Goza de fama mundial y en su cabeza vive en la India".
No me impresiona la fama mundial, sobre todo si es debia a la erudición. El conocimiento sin comprensión humana no tiene ningún valor para mí. No es la ambición de estas cosas la que le hizo... ¡ay!, ¿qué importa? Escribiré una carta y veré si me contesta. Así que escribí: "Mircea Euclid, me ha dicho J*** que has preguntado por mí. Quiero saber si eres la misma persona que conocí hace cuarenta años. Si es así, ten la bondad de contestar a esta carta."

No hubo respuesta. Esperé y esperé. Luego me lo saqué de la mente. Hay tanto que hacer, tantas cosas que llevar a cabo; no hay necesidad de preocuparse por un asunto tan trivial"

Mircea. Una historia de amor
pag. 224
Edit. Kairós Nov. 2000

Pero ella se siguió preocupando "por un asunto tan trivial" y fue a verle. Voló hasta EE UU. Tendría unos sesenta y pico años y él alguno más. Se encontraron en el despacho de Mircea:

"- ¿Por qué no levantas la vista, Mircea? Has escrito en tu libro que si te encuentras conmigo me mirarás a los ojos. ¿Lo has olvidado?
- Ah, eso fue hace mucho tiempo, ¡cuarenta años! ¡Ay, cuarenta años!
- ¿Sabes?, la gente me pregunta cuánto tiempo viviste con nosotros. ¿Cuánto fue, Mircea? No lo recuerdo.
- ¡Mil años!
- ¿Y bien? ¿No sabes entonces quién eres, quienes somos todos?
He venido a ver a aquel tú al que no puede herir ningún arma ni quemar ningún fuego.
Habló en sánscrito:
- Na hanyate hanymane sharire (no muere cuando muere el cuerpo).
- Bueno, ¿entonces qué? He venido a ver a ese tu que no tiene principio, mitad o fin. Créeme, si me miras, en un instante te haré regresar cuarenta años atrás, al lugar exacto donde nos vimos por primera vez.
Mircea levantó el rostro. Tenía los ojos nublados. Oh no, mis peores temores son ciertos, sus ojos se han convertido en piedra. Nunca volverá a verme. ¿Qué debo hacer? No podré iluminar sus ojos, no llevo un quinqué en la mano; después de recorrer toda esta distancia, ¿quién sabe cuando se secó el aceite de la lámpara y el cirio se quemó del todo? El temor me cambió - ya no era Amrita. Me convertí en una mera mortal y pensé como él: ¡cuarenta años, cuarenta años! Es ciertamente demasiado tarde. Me di la vuelta. Tenía que llegar hasta la puerta, mover esa manecilla de latón y abrir la puerta; luego saldría a la calle y caminaría hasta donde estaba Shirley. Desde las profundidades de mi ser exhalé un suspiro que se arremolinó en la estancia. Caminaba hacia la puerta, franqueando los pequeños montículos de libros, cuando oí la voz de Mircea:
- Amrita, espera un poco. ¿Por qué te desmoronas ahora cuando has sido tan valiente durante tantos años? Te prometo que iré a buscarte y allí, en las orillas del Ganges, te mostraré mi verdadero ser.

No soy pesimista. En el interior de mi corazón roto agonizaba un diminuto pájaro de esperanza, pero nada más llegarme las palabras de Mircea revivió y se convirtió en un fénix. ¿Ha visto alguien un fénix? Es idéntico al albatros. El enorme pájaro batió sus poderosas alas. De repente me agarró y comenzamos a encumbrarnos más y más a la vez que el techo del estudio de Mircea se abría como una caja de Pandora y las paredes desaparecían. Los libros pétreos se convirtieron en ondas; oí el murmullo del agua.
Sobrevolando el lago Michigan de un continente desconocido aquel gran pájaro, construido con la ilusión de la esperanza me susurró al oído:
- No te desanimes, Amrita, pondrás luz en sus ojos.
- ¿Cuándo?- pregunté ansiosa.
- Cuando te reúnas con él en la Via Láctea; ese día no queda ya muy lejos - replicó".

Mircea. Una historia de amor
pag. 270-271

Edit. Kairós Nov. 2000