jueves, 21 de febrero de 2008

LA ELEGANCIA DEL ERIZO


Ayer por la noche me terminé este precioso libro. Ya venía pensando que tenía que hacer una entrada porque desde el principio la cosa prometía. Y ha llegado el momento.

Los personajes son de esos que se te hacen entrañables al primer contacto, viajan contigo en el autobús, se sientan en el café y hasta te acompañan mientras haces bici en el gimnasio. Son divertidos. No los puedes dejar. Y piensas: "mira, como el filósofo kioskero de mi barrio".

El libro habla sobre arte, filosofía y sobre las distintas sensibilidades de ver el mundo o de pasearse por él. Es la historia de una portera de un edificio de gente "bien" de París que lee a Ockham y se extasía con las películas japonesas de Oku o con la pintura flamenca del XVII. ¿Y por qué no? ¿Quién dijo que ambas realidades fueran contradictorias? Porque la belleza, la capacidad de reflexión no son patrimonio de nadie y mucho menos de las "elites".

Es también la historia de una niña superdotada con tendencias suicidas. Lo uno lleva a lo otro, porque después de sus arduas reflexiones encuentra absurdo el hecho de que estemos aquí nadando en una pecera hasta que alguien decida "se acabó". En fin, que la niña en cuestión tiene una mirada incisiva sobre su madre socialista y rica, su hermana estudiante universitaria y pija redomada, y su padre político incapaz de ser sincero consigo mismo. Vamos, que la niña ya con 12 años vive el mundo como si estuviera de vuelta de todo; aunque claro, por otro lado, solo con 12 años es posible ver el mundo "como si estuvieras de vuelta de todo".

No os desvelaré la trama porque lo divertido es leerlo y enamorarse un poco de los personajes, tan franceses... Pero baste decir que al final todos nos imponemos disfraces y cuando somos capaces de enfrentarnos con nuestros propios miedos y mirarnos cara a cara se nos caen las máscaras a los pies y hasta nos damos la oportunidad de vivir... o de morir.

Al final no se vive por el movimiento perfecto, por la belleza de las cosas, por la sorpresa del momento, se vive, de verdad, cuando has sufrido, cuando has tenido una pérdida y has padecido el dolor, entonces aprendes con una claridad meridiana el "valor" de la VIDA. Se vive contra la muerte.

Eso sí, mientras nos paseamos nadando por esta pecera de dimensiones impredecibles - porque nunca sabes cuando te vas a dar contra el cristal - no me digáis que no es entretenido y delicioso leer a Tolstói o zamparse un helado de chocolate en un parque durante una tarde de verano.

Se puede estar de acuerdo o no con algunas de las reflexiones del libro sobre cuestiones metafísicas o artísticas, en realidad poco importa porque tampoco se trata de sentar una tesis doctoral sino de hablar de ello con la naturalidad que arroja el saber que tu opinión carece de importancia.

Me gusta este parrafito que os transcribiré ahora, no es significativo, pero me gusta, y me renconcilia con la manida frase que siempre ha chocado contra mi impaciencia: "Todo llega cuando tiene que llegar".

La elegancia del erizoMuriel Barbery Edit.
Seix Barral Biblioteca Formentar,2007
Pag. 114

"-¿Sabe?... todo llega cuando tiene que llegar. Esto puede sonar a proverbio popular, aunque sean también las palabras que el mariscal Kutuzov, en Guerra y paz, dirige al príncipe Andrés. Me hicieron, por la guerra y por la paz, tantos reproches… Pero todo llegó a su hora… Todo llega cuando tiene que llegar para quien sabe esperar…"

miércoles, 6 de febrero de 2008

URSULA K. LE GUIN Y LA IMPORTANCIA DE NARRAR

Reproduzco a continuación, adaptándolo un poco, un segmento de un e-mail que le mandé a Helena el año pasado y que tiene que ver con la obra de Ursula K. Le Guin, una escritora que me fascina, y que comenzó a interesarme cuando supe que era hija de Alfred Kroeber (1876-1960), uno de los grandes antropólogos estadounidenses. Fue la lectura de un ensayo sobre Le Guin de la escritora canadiense Margaret Atwood (a la que admiro mucho), publicado en 2003 en The New York Review of Books lo que hizo que me dicidiera a zambullirme en The Left Hand of Darkness, la primera gran novela de Le Guin, que me entusiasmó. He aquí lo que en su día le escribí a Helena:




"Más que ciencia-ficción, Le Guin lo que escribe es antropología-ficción. No en vano es hija de Alfred Kroeber. Sus sociedades imaginarias son tan verosímiles que, cuando terminas el libro, te cuesta creer que has estado leyendo una ficción. La típica ciencia-ficción de cohetes, robots, y similares nunca me ha entusiasmado, pero pienso que, de la mano de un escritor con imaginación y talento, las sociedades imaginarias y las visiones inteligentes del futuro pueden dar lugar a reflexiones muy profundas sobre la condición humana. En sus ficciones sobre los mundos lejanos fruto de su imaginación, Le Guin nos está hablando siempre de nuestro mundo, ahora.


Me gustó especialmente su novela The Telling (2001, traducida al castellano como El relato, Barcelona, Minotauro, 2002 ), que narra lo que le sucede a una antropóloga que estudia la sociedad de un planeta que, cuando fue contactado por primera vez, tenía una cultura de una gran riqueza, poco interesada en los avances tecnológicos, y cuya esperitualidad se expresaba, sobre todo, en una escuela de pensamiento (similar al taoísmo) llamada "the Telling" (que en inglés significa tanto el acto de narrar como lo narrado, por eso la mejor traducción sería "la narración"). Cuando la antropóloga llega al planeta, décadas después de ese primer contacto, descubre que la sociedad ha cambiado radicalmente, después de sufrir una de convulsión muy similar a la "revolución cultural" maoísta.


Empeñados en modernizar el planeta a toda costa, los nuevos gobernantes han destruido todo lo que tenía que ver con el pasado (monumentos, libros, etc.) y, por supuesto, han erradicado "the Telling". La antropóloga descubre, sin embargo, que en algunas remotas rurales, "the Telling" sobrevive de forma soterrada. El libro está repleto de reflexiones extraordinarias sobre la importancia del narrar, y sobre la relación entre relato y memoria. He aquí un ejemplo:

[La narración] -le dice a la antropóloga uno de sus informantes- es todo lo que tenemos. ¿Te das cuenta? Es nuestra forma de tener el mundo. Sin la narración, no tenemos nada en absoluto. El instante pasa como el agua del río. Tropezaríamos, daríamos tumbos, estaríamos indefensos, si intentáramos vivir en el instante. Seríamos como un bebé. Un bebé puede hacerlo, pero nosotros nos ahogaríamos. Nuestros espíritus necesitan contar, necesitan el relato. Para agarrar. El pasado ha quedado atrás, y en el futuro no hay nada a lo que asisrse. El futuro todavía no es nada. ¿Cómo podría alguien vivir allí? Así, lo que tenemos son las palabras que cuentan lo que sucedió, y lo que sucede. Lo que fue y lo que es. (The Telling, Nueva York, Ace Books, 2003, p. 124)
Aunque situado en un mundo lejano e imaginario (¡pero muy plausible!) esto se refiere a nuestra propia necesidad de narrar. The Telling me gusta también porque describe de un modo muy realista los gozos y las frustraciones del trabajo de campo."

Hasta aquí lo que le escribí a Helena en su día. No se me ocurre ahora nada que añadir, salvo la dirección de la web de Ursula Le Guin, de la que he tomado la fotografía que ilustra esta entrada:

http://www.ursulakleguin.com/UKL_info.html


domingo, 3 de febrero de 2008

EL SEMÁFORO AZUL

Hace quince días estuvimos en Milán. Tenía que ir allí por trabajo y Jose vino para acompañarme y de paso darse una vuelta por la Ambrosiana y por el Duomo. A parte de morirme de envidia, porque yo tenía que estar en la feria, disfrute mis ratitos libres paseando por la plaza, cenando gnocchi y comprando algún que otro libro. Cayó, por ejemplo, un recopilatorio de cinco libros de Gianni Rodari.

Os copio aquí un precioso cuento en traducción improvisada. Me gusta mucho porque las imágenes son fantásticas, hermosas y surrealistas, cien por cien italianas. Además, ¿quién sabe la de oportunidades magníficas de hacer algo insólito que hemos perdido y ni siquiera nos hemos dado cuenta?


EL SEMÁFORO AZUL

Una vez, el semáforo azul que está en Milán, en la plaza del Duomo, hizo algo extravagante. De golpe, todas sus luces se tiñeron de azul, y la gente no sabía cómo comportarse.
–¿Cruzamos o no cruzamos? ¿Esperamos o no esperamos?
Por todos sus ojos, en todas las direcciones el semaforo difundía la insólita luz azul, de un azul tal que en el cielo de Milán no se había visto jamás.
A la espera de entender algo, los conductores alborotaban y tocaban el claxon, los motociclistas hacían rugir el tubo de escape y los peatones más gordos gritaban:
–¡Usted no sabe quién soy yo!
Los chistosos decían sus gracias: –El verde se lo habrá comido el comendador para hacerse una villita en el campo.
–El rojo lo habrán utilizado para teñir los peces de los Giardini.
–Con el amarillo, ¿sabéis qué hacen? Diluyen el aceite de oliva.
Finalmente llegó un guardia urbano y se puso en medio del cruce a dirigir el tráfico. Otro guardia buscó la cabina de señales para reparar la avería, y cortó la corriente.
Antes de apagarse el semáforo azul tuvo tiempo para pensar: “¡Pobrecitos! Yo les había dado la señal de ‘via libre’ para el cielo. Si me hubieran entendido, ahora todos sabrían volar. Pero quizá les ha faltado valor”.


Gianni Rodari
I cinque libri
Storie fantastiche, favole, filastrocche
Edit. Einaudi.Venezia 2008