viernes, 30 de mayo de 2008

LOS LIOLIO

Llevo unos días plagados de trámites burrocráticos de esos que te ponen de los nervios. Entre intentar hacer la declaración de la renta, que lo que marean para cuatro tonterías, y el otro día que a Jose y a mi nos tocó ir a la policía para recoger unos impresos llamados "carta de invitación"; indispensables por lo visto: ¡para poder invitar a que unos amigos suráfricanos a que pasen la noche en nuestra casa! El caso es que me debato entre el absurdo kafkiano y el tirarme de los pelos.
He decidido que basta, que se necesita un poco de sentido del humor, y me he acordado de un cuento estupendo de un escritor mexicano:
Alberto Chimal.

LA VERDAD
Gente del mundo
México, 1998

Los liolio decían siempre lo contrario de lo que pensaban, de tal suerte que los peores enemigos se saludaban con alegría; los amantes no dejaban de decirse adiós; los generales ordenaban cargar cuando el ejército debía retirarse; las madres amonestaban a los hijos más obedientes. Siempre. Pero viajeros de todas las regiones iban hasta los liolio para oírlos hablar, vivir de ese modo tan extraño, y acaso uno de ellos, un mercader o un contador de cuentos, les enseñó a mentir (arte que les era desconocido y aun impensable).

Por lo que empezaron a decir lo que pensaban; a decir lo que no pensaban a sabiendas de que nadie les creería, y a hablar también con intenciones rectas, pero sin que nadie les diera crédito. Terminaron por mezclar lo que pensaban y lo que no en el discurso, en la acción y hasta en el pensamiento; así se volvieron iguales al resto de los pueblos del mundo, y se dispersaron, pues unos a otros, se dice, ya no podían comprenderse.

sábado, 3 de mayo de 2008

JOSÉ MARIA MERINO


Hoy ha llegado el día de hablar de uno de mis cuentitas favoritos: José Maria Merino, lo podéis ver en la foto publicada en el Diario Montañes en agosto pasado.
La foto me ha parecido de lo más oportuna porque me ha sugerido así como un intento de apropiación de la fantasía del autor por parte de unas ávidas "manos" lectoras.

Merino es un meticuloso observador de la realidad y me gusta porque es capaz de recrear mundos fantásticos y ricos partiendo de cosas absolutamente cotidianas: un bonsai, unos músicos tocando en el metro... Lo que me lleva a pensar: "¡Pues claro!, si abro más mis ojos podré ver lo que aparentemente nadie ve". Y, eso, qué queréis, me consuela y me llena de gozo.
Pero además es capaz de condensar un concepto en un pequeño párrafo y una emoción en una sola línea. Sus minicuentos, microrrelatos o "nanocuentos" son para leer una y otra vez.

Creo que fue un amigo quién me leyó alguno de los Cuentos del libro de la noche en plan "esto te va a encantar", y acertó, claro, luego yo solita descubrí Cuentos de los días raros, donde me quedé prendada de "Mundo Baldería"; la historia de un mundo nacido de las novelas que leíamos cuando éramos adolescentes y que... oye... ¡existe de verdad!, aunque vivamos a veces de espaldas a él.

Recientemente ha caído en mis manos La glorieta de los fugitivos. Libro que obtuvo el premió Salambó y que recopila buena parte de los microrrelatos de Merino. Los publicados en Días imaginarios y los ya mencionados Cuentos del libro de la noche, incorpora además La Glorieta miniatura, una historia "cuenteada" sobre teoría del cuento, y otras divertimentos sobre ficción y literatura. Para muestra un botón:

A PRIMERA VISTA

Uno de los principios de jardinería en la Glorieta Miniatura es que el microcuento más largo y el cuento literario más corto tienen la misma extensión, lo que suele confundir incluso a los especialistas.

La glorieta de los fugitivosPag. 207
Edit. Páginas de Espuma. Agosto, 2007

Pero para que veáis lo que quiero decir cuando he comentado que Merino es un autor rico en mundos imaginarios, capaz de abrir en la realidad la puerta de lo fantástico, y hacerlo, además, sin alterar el orden de lo cotidiano, sin violencia, de forma sutil y original, os dejo con:

ECOSISTEMA

El día de mi cumpleaños, mi sobrina me regaló un bonsai y un libro de instrucciones para cuidarlo. Coloqué el bonsai en la galería, con los demás tiestos, y conseguí que floreciese. En otoño habían surgido de entre la tierra unos diminutos insectos blancos, pero no parecía que perjudicasen al bonsai. En primavera, una mañana, a la hora de regar, vislumbré algo que revoloteaba entre las hojitas. Con paciencia y una lupa, acabé descubriendo que se trataba de un pájaro minúsculo. En poco tiempo el bonsai se llenó de pájaros, que se alimentaban de los insectos. A finales del verano, escondida entre las raíces del bonsai, encontré una mujercita desnuda. Espiándola con sigilo, supe que comía los huevos de los nidos. Ahora vivo con ella, y hemos ideado el modo de cazar a los pájaros. Al parecer, nadie en casa sabe dónde estoy. Mi sobrina, muy triste por mi ausencia, cuida mis plantas como un homenaje al desaparecido. En uno de los otros tiestos, a lo lejos, hoy me ha parecido ver la figura de un mamut.

La glorieta de los fugitivos
Pp. 37 y 38
Edit. Páginas de Espuma. Agosto, 2007