jueves, 4 de diciembre de 2008

DIARIO DE UNA CASA VACÍA

Jose y yo hemos estado de traslado de casa. Pues sí, un rollo: ir con los bártulos de un lugar a otro, almacenando paquetes y trasladando bolsas. Aparecen objetos insospechados, ropa de hace mil años, guardas y tiras cosas, cajas, cajas y más cajas.
Pero, entonces, me dio por cambiar el punto de vista ¿y la casa? ¿cómo se queda la casa después de tanto trajín? Ese espacio en el que has habitado, en el que has vivido momentos buenos y malos... se queda vacío.


La foto que os adjunto es del pantano de Riaño. Estuvimos allí este verano. Seguro que recordáis que hace unos años se decidió trasladar el pueblo para poder hacer ese embalse. Todas las casas de piedra, adobe, ladrillo, todas las tiendas, las calles, la iglesia del pueblo de Riaño quedaron inundabas, sepultadas debajo del agua, algo así como una Venecia rural ahogada. ¿Os imagináis el silencio que debe reinar ahí abajo...?
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Me preguntaba si las casas sentirían ese vacío físico, ese abandono, ese dejar de oír los ruidos de la leche al hervir, del rumor del agua de la ducha, de los chavales dándole a la pelota en la calle -¡porque en los pueblos aún se juega en la calle!- y entonces una amiga puso en mis manos este libro: Diario di una casa vuota de Beatrice Masini.
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"Diario de una casa vacía" narra las emociones en primera persona de una casa que está a las afueras de la ciudad, deshabitada, vacía. Es un pequeño libro con reflexiones muy interesantes, como esta sobre el tiempo y el espacio:

“(El tiempo). No creo que sea tan importante. Para mí es el espacio que se ha de llenar, el vacio de los días y de las noches. Espacio y tiempo en el fondo son lo mismo: un agujero negro que devora todos los pensamientos y escupe una sola cosa. Soledad” (pag. 7)

La casa del libro quiere ser una casa habitada, una casa donde vivan las personas.
Un día descubre lo que ocurre cuando un niño juega dentro de la casa, pero juega solo, en silencio. Y entonces, dice:

“Que extraño, no lo había pensado antes: y hoy, gracias al pequeño Tim, he entendido que aquello de lo que siempre he tenido necesidad son los pensamientos de las personas, los pensamientos transformados en palabras. Los otros, los pensamientos silenciosos, no los puedo saber, ni entender, ni adivinar. Pero lo que quiero decir es que no basta con la presencia de los cuerpos dentro de mí para hacerme sentir viva. Un cuerpo que no expresa pensamientos es una compañía mediocre. Y repasando velozmente mis recuerdos he entendido que los momentos más felices han sido aquellos en los que he compartido la vida de quien me habitaba porque he sentido sus pensamientos.
En definitiva, después de todo, lo que me da miedo es el silencio. En esto no soy muy diferente de un niño que explora una casa nueva: aquello que le da escalofríos no son las dimensiones de las habitaciones, las sombras debajo de las escaleras, el misterio de una puerta cerrada, sino el hecho de que todo esto está inundado de silencio. Necesito voces. Pero voces vivas, de verdad. Voces que intercambian ideas. La soledad y el silencio son lo mismo para mí.” (pag. 58-59)

Me ha parecido precioso. Y se lo he leído a la casa que abandono y que ha sido mi hogar en los últimos años, un lugar importante... Pero, a veces, hay que saber decir adiós.


Si queréis conseguir el libro es:

Diario di una casa vuota
Beatrice Masini
Edizioni EL, 2004





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