miércoles, 25 de febrero de 2009

COLGADOS DE LA LIANA

El pasado viernes 20 de febrero, en el Centro Cultural Valentina de Barcelona, nuestra la liana empezó a caminar. Fue una muy grata experiencia y los dos estamos muy satisfechos. Nuestros oyentes fueron pocos, pero selectos.



De la liana, que podeis ver en estas fotos, colgaban diez objetos, que contenían un total de doce historias (es decir, había algún objeto que tenía más de una historia), y contamos siete de ellas, tres yo y Helena otras cuatro.


Yo conté "Las ventanas del zorro", un mito de los indios del pueblo de Ácoma, el episodio inicial de "La que fue entragada", un largo relato, también mitológico, de los Haida de la Columbia Británica, recogido hace más de 100 años de boca del narrador ciego John Skay, y "El origen de la risa y el llanto", un mito de los gadaba, un pueblo tribal de la India.


Helena contó "La hermana de huesos", un cuento matabele de Zimbabwe, "La araña negra", una leyenda suiza, "Carpas como las soñadas", un relato del escritor japonés Ueda Akinari (1734-1809) y el episodio inicial de "Latkakawas", un ciclo mitológico de los indios modoc de California y Oregón, recogido en 1884 por Jeremiah Curtin de labios de la narradora Martha Lawver (c. 1819-1913).


Un riesgo que entraña este tipo de propuesta, cuando hay dos narradores, es que uno de ellos tengan que contar varias veces seguidas, o incluso que domine toda la sesión.


Pero el azar quiso en este caso que nos alteránarmos durante todo el tiempo.



Tuvimos la impresión de que el público se lo pasó bien durante la hora y pico en que estuvimos contando y, desde luego, os puedo asegurar que nosotros lo pasamos en grande.

martes, 17 de febrero de 2009

LA LIANA DE LOS CUENTOS

Fue en el libro de Anne Pellowski The World of Storytelling: A Practical Guide to the Origins, Development, and Applications of Storytelling (Nueva York: H. W. Wilson Company, 1990, págs. 127-129) donde, entre otros muchos datos y referencias fascinantes, encontré información sobre la liana de los cuentos, una forma que tienen los narradores de algunas culturas del África occidental y central de ofrecer a los potenciales oyentes una relación de los cuentos que constituyen su repertorio.


Pellowski habla de la liana en el capítulo dedicado a las formas de abrir una sesión de cuentos y, además de citar el pasaje de M. H. Kingsley que se traduce un poco más adelante, incluye la fotografía de una de estas lianas que se exhibe en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, recogida en los años de 1950 entre los lega del Congo.

Aunque voy con frecuencia a Nueva York y soy asiduo del museo de historia natural, nunca me había fijado en la vitrina que contiene la liana. En febrero de 2006 fui a verla armado de mi cámara digital, y le hice varias fotografías, una de las cuales os muestro aquí. En el verano de 2007, Helena y yo fuimos juntos a ver la liana, y casi nos da un soponcio cuando después de dar mi vueltas no pudimos encontrarla. Finalmente dimos con ella, pero no fue fácil. Por el motivo que sea, la luz de la vitrina estaba apagada, de modo que su precioso contenido no era visible. Por ese motivo, no pudimos hacernos foto junta ella, como era nuestra intención.

Antes de continuar, reproduzco en su integridad, traducido por mí, el pasaje antes mencionado de Mary H. Kingsley (1862-1900), en el que la viajera británica, a partir de un comentario sobre los ritos funerarios, narra su encuentro con los narradores profesionales del África occidental y sus lianas.



«Desde la perspectiva de los ritos funerarios, no hemos considerado todavía dos segmentos muy interesantes de la comunidad, esto es, el compuesto por quienes tienen forma humana y no son, estrictamente hablando, seres humanos, y el compuesto por quienes, aun siendo humanos, han cometido adulterio con los espíritus: las mujeres que dan a luz a gemelos o mueren durante el parto. […]

»En el África Occidental, la única categoría que he encontrado que sea como estos seres humanos-espíritu es la que incluye a esa extraña clase, los juglares. Quisiera saber más sobre estas personas. De no ser porque el señor F. Swanzy posee pruebas materiales de su existencia, en forma de la más espléndida red de historias, dudaría en mencionarlos. Sin embargo, algunos de mis amigos franceses me dicen que los han visto en Senegal, y me aventuro a decir que esa región debe de ser su sede principal. He visto a uno en Accra, a otro en Sierra Leone, a dos a bordo de sendos vapores, a otro más en la población de Buana, en Camerún.


»En pocas palabras, se trata de juglares que frecuentan las poblaciones donde hay mercado, y, por unos honorarios, cantan historias. Cada juglar tiene una red de historias, una red resistente, del tipo de las de pesca. A esta red se atan todo tipo de cosas: vértebras de pitón, pipas, trozos de porcelana, plumas, pedacitos de cuero, cabezas de pájaro, cabezas de reptil, huesos, etcétera, etcétera, y de cada uno de estos objetos pende un cuento.

»Miras la red de tu juglar, eliges un objeto y preguntas cuánto vale ese cantar. Él te da un precio exorbitante; tú regateas; es inútil: se niega a mostrarse razonable en lo referente a, pongamos, el hueso de pitón, de modo que pones precio a la pipa; más regateo. Por último, llegas a un acuerdo a propósito de algún objeto y de su precio, y te sientas sobre tus talones y escuchas embelesado el cantar o, más bien, la salmodia. Normalmente pides otra. De hecho, es como si te dieras al despilfarro para adquirir novelas. No te digo que sea una lectura tranquila, porque gente sin escrúpulos llega tan campante y, sin pagar su suscripción, se sienta a escuchar cuando tu juglar está actuando. De ahí que se desate una trifulca, a menos que seas como yo, y no te importe que los demás se diviertan un poco.

»Podría señalar que estas redes de cantares no tienen un tamaño reglamentariamente establecido. En la Costa Oeste no he visto nunca nada igual a la espléndida colección de cuentos que el señor Swanzy ha atado a su red. ¡Ay de mí!, sin el juglar que las traslade, no es sino un ciclo de cantares muertos que debió de pertenecer a un Shakespeare africano. La red de cantares más impresionante que yo vi era la de Buana. A su dueño lo llamé Homero de buenas a primeras, porque sus obras eran dos, e impresionantes. Atadas a su pequeña red podían verse una mano humana y una quijada, también humana. Eran sus únicos cantares. Sin reparar en el precio, escuché las dos. No las entendí, porque no hablo su lengua; pero eran algo fascinante, y la de la mano humana tenía un pasaje que hacía que el cantor gateara sobre rodillas y manos, dando vueltas y más vueltas, mirando a uno y otro lado, profiriendo la peculiar tos del leopardo al acecho, y dejando en el suelo, con su puño doblado, la marca de este felino. ¡Ah! ¡Menudo cantar! Habría entusiasmado a una piedra. Un público civilizado hubiese cubierto al cantor de ramos de flores. Yo…, bueno, el cacique que me acompañaba tuvo que intervenir y aconsejarme moderación al dispensar montoncitos de tabaco.

»Pero lo que quería decir sobre estos cantores era sólo esto. No son enterrados como a otras personas; cuando mueren los introducen en árboles, quizá porque son "la misma cosa" que esos cantores, los pájaros. Ignoro si es así, pero sólo me queda esperar que Homero siga entre nosotros, y que un oyente con más inteligencia que yo lo encontrará.»

(Mary H. Kingsley, West African Studies, Londres: Macmillan, 1899 [edición facsímil, Londres: Frank Cass & Co, 1964], págs. 125-127; la fotografía de M. H: Kingsley la he tomado de la web es.encarta.msn.com/)
Los narradores con los que se encontró Kingsley colgaban su mercancía narrativa de una red, no de una liana propiamente dicha, pero la idea es, esencialmente, la misma.
Desde que supe de ella en el libro de Pellowski, la imagen de la liana de los cuentos no ha dejado de rondar mi imaginación. Ya antes del viaje en que vimos la liana del Museo Americano de Historia Natural, Helena y yo habíamos hablado de la posibilidad de ofrecer una sesión de cuentos usando el mismo sistema que los narradores africanos, es decir, colgando una serie de objetos en una cuerda y dejando que el público elija aquellos que más le llamen la atención.

Después de un par de años dándole vueltas al asunto, finalmente lo vamos a hacer. La primera sesión de nuestra particular liana de cuentos tendrá lugar este viernes 20 de noviembre, en el Centro Cultural Valentina, Plaça Regomir, 2, Barcelona (metro Jaume I) a las 9 de la noche.


Para animaros a acudir os diré que, a diferencia de la señora Kingsley, vosotros no tendréis que regatear por los cuentos: el precio de 6 euros incluye no sólo la consumición, sino también todos los cuentos que querais elegir de nuestra liana, y que puedan contarse en una hora. ¡Allí os esperamos!

jueves, 12 de febrero de 2009

EL NARRADOR, MANIPULADOR DE EMOCIONES

En el V Encuentro de Narración Oral al que aludía Helena en la entrada anterior, Ana Cristina Herreros hizo una entusiasta invitación a la lectura de El cuento de nunca acabar de Carmen Martín Gaite. Una intervención mía durante el diálogo que propició la charla de Ana Herreros produjo cierto sobresalto, pues comenté, como si tal cosa, que el narrador es un manipulador de emociones.











El que mis palabras fueran malinterpretadas y causaran cierto revuelo ha de atribuirse, sin duda, a la muy mala prensa de la palabra "manipulación", que fue interpretada en su peor sentido, y eso que el sentido primario del término es neutro, y doña María Moliner define el verbo manipular como "realizar operaciones con las manos o con una cosa".

Pero, en fin si se quiere, para evitar polémicas improductivas la misma idea puede expresarse diciendo que el narrador es alguien que moldea las emociones de su público.


En resumidas cuentas, y por abreviar (que estoy haciendo novillos del trabajo en mi tesis doctoral), reproduzco aquí varios pasajes de un artículo del folklorista Harold Scheub, al que cité en mi intervención, ya que al comentar el vínculo entre relato y emoción me estaba limitando a resumir uno de sus planteamientos básicos.

Antes de pasar a las citas, quería decir que Harold Scheub, catedrático de Humanidades en la Universidad de Wisconsin, es para mí el mayor folklorista vivo, tanto por sus estudios teóricos como por el impresionante y solidísimo trabajo de campo que lo sustenta. En algún momento espero poder dedicarle una entrada. Baste decir ahora que su forma detallada de documentar las sesiones de narración es un ejemplo a imitar.

Scheub es quizá uno de los primeros investigadores que se dieron cuenta de que no basta con "encuestar" al narrador para recoger sus "textos", sino que, si eso es posible, hay que asistir a verdaderos recitales de relatos y fijarse en todo lo que sucede en ellos, en especial la compleja relación que se establece entre un narrador carismático y su público.
Scheub realizó la mayor parte de sus investigaciones en Suráfrica en los años de 1960 y 1970, es decir, en pleno apartheid. Sus expediciones de trabajo de campo (durante las cuales recogió, según su propio testimonio, 9.000 piezas de literatura oral), se centraron sobre todo en las comunidades xhosa y zulú.
Entre sus informantes de la primera de estas etnias destaca la narradora Nongenile Masithathu Zenani, del Transkei, quizá una de las artistas verbales más extraordinarias de las que tenemos noticia. Zenani era experta en la narración de ntsomi, un género muy similar a los cuentos maravillosos de la Europa occidental.

En la web South African Voices (http://digital.library.wisc.edu/1711.dl/SouAfrVc), que forma parte de la University of Wisconsin Digital C0llections, Scheub ha puesto a disposición de todo el mundo la transcripción de sus grabaciones de los recitales de la señora Zenani, y también las grabaciones mismas. Yo no hablo xhosa, pero he podido leer muchos de los relatos y testimonios de esta narradora en su libro (porque figura ella como autora) The World and the World: Tales and Observations from the Xhosa Oral Tradition (Madison: Wisconsin University Press, 1992), que recoge buena parte de su repertorio.

Las fotos de Zenani que ilustran esta entrada proceden de la antes citada web South African Voices. La de Scheub, en pleno acto de narrar un cuento africano es de la web del Departamento de Lenguas y Literatura Africanas de la Universidad de Wisconsin (http://african.lss.wisc.edu/).

Y ahora, los prometidos extractos. Proceden del artículo de Scheub «Performance of Oral Narrative», publicado 1977 en la recopilación Frontiers of Folklore, edición a cargo de W. R. Bascom, Boulder, Colorado: Westview Press, págs. 54-78.


«La unidad generadora esencial del recital (performance) de relatos orales es la imagen[.] [Las imágenes son acciones, o grupos de acciones, que se sienten, evocadas en la imaginación de los oyentes por medio de elementos verbales y no verbales que el artista maneja, y que exigen una experiencia común por parte del artista y el público.] [L]a función de la imagen es evocar una respuesta emocional de los oyentes [...] En estos recitales imaginativos el mensaje es la experiencia emocional de las formas y de las relaciones entre formas. Las homilías superficiales, los comentarios etiológicos y los datos de tipo cultural se cuentan entre los materiales de la composición de un relato oral; son los medios para el mensaje, no el fin. Puesto que el mensaje del relato oral es emocional, no es fácil parafrasearlo en palabras. […]

»[D]anzar es descubrir", sostiene Senghor, y Susan Sontag: "interpretar es empobrecer, vaciar el mundo…". Un narrador zulú me dijo: "para hablar del significado de este relato debo contártelo otra vez".» (págs. 54)
«Así, los tipos de emociones evocadas no son idénticos: algunas derivan del conocimiento íntimo por parte del público del relato que se está recitando; otras fluyen desde la especifidad del recital, que siempre es singular; las emociones están imbricadas en las expectativas y la previsibilidad […] El público, atrapado por completo en el recital, se implica totalmente en el movimiento del relato hacia la unidad final […]

»La implicación emocional es tal que el público no emite juicios sobre las imágenes concretas, sino que deja que el recitador genere dichas imágenes para sus propios fines. Las conclusiones sobre las imágenes concretas no pueden alcanzarse hasta que el recital haya terminado; hasta ese momento, las imágenes, la disposición en pautas y la experiencia de los oyentes, están en proceso de devenir.» (págs. 56, 57)

miércoles, 11 de febrero de 2009

EL CUENTO DE NUNCA ACABAR

El fin de semana pasado estuvimos en el V encuentro de narración oral. Esta vez ha sido en El Escorial. Hacía un frío que pelaba. Nada más llegar la nieve cubría los tejados, las aceras, los árboles y los pies resbalan sobre el hielo, pero ¡estaba todo tan bonito!


Nos juntamos unos 150 narradores orales de toda España y se realizaron talleres, debates, mesas redondas. Es un momento para verte y para aprender cosas unos de otros. En mi caso, la verdad, es que aprendo más que aporto.

Me han gustado especialmente dos personas que, en principio, son ajenas al mundo de la narración oral: un ilustrador,
Pablo Amargo, y un rapero, Chojin, que participaron en una mesa redonda en torno al "Arte hoy".

Por un lado, Pablo Amargo me aportó unas reflexiones muy interesantes sobre la imagen y la palabra. La imagen puede servir de soporte explicativo a la palabra o puede hablar sola, por sí misma, y decir muchas cosas, incluso contradecir o cuestionar lo escrito.
Como narradora oral trabajo también con las imágenes, las evoco y las veo en la pantalla que son los ojos del que escucha cuando estoy contando. ¿Será posible poner una imagen plástica en esos ojos y en esos oídos que vaya más allá de la mera palabra? Ese es el reto.

Y Chojin me dejó con una de las mejores definiciones de cuentero, cuentista, cuentacuentos, narrador oral o como queramos llamarnos, lo hizo refiriéndose a lo que significa rapear, pero me sirve perfectamente para expresar lo que intentamos hacer:

"Decir lo que te da la gana, como te da la gana, intentando que los otros estén pendientes de lo que estás diciendo".

Nuestro tren salía pronto por la tarde, así que nos marchamos sin saber dónde será el próximo encuentro, pero seguro, seguro, que nos acabaremos enterando...