viernes, 28 de noviembre de 2014

El capote de Gógol ilustrado y en Seebook

Siempre he dicho que soy una persona afortunada. Y eso hace que me ocurran cosas bastante buenas, y cuando me ocurren cosas malas; bueno, en fin, pienso que siempre hay algo que aprender de todo. 

Entre las cosas buenas que me han pasado últimamente y que me hacen sentirme "afortunada" es que tengo la oportunidad de colaborar en labores de producción y gestión administrativa en un proyecto nuevo y muy prometedor: Seebook. Se trata de una start up de Barcelona que ha creado un concepto muy original y lleno de fuerza: el libro electrónico que se puede regalar o coleccionar por medio de una tarjeta bastante bonita. 

Compras la tarjeta en una librería y luego por medio de un código QR o alfanumérico te descargas en PDF, ePub o MOBI el libro que has comprado. Podéis obtener más información sobre Seebook, dónde comprarlo y los libros que tienen en catálogo pinchando AQUÍ

Este miércoles hicieron una presentación en la librería Laie de Pau Claris, en Barcelona, de uno de los Seebooks con el título de El capote de Gógol ilustrado por Noemí Villamuza y editado por Nórdica.



Después de la presentación - en la que hablaron Rosa Sala Rose, de Digital Tangible, la empresa que gestiona Seebook, Diego Moreno, de Nórdica y Noemí Villamuza, la ilustradora - las personas que adquirimos un seebook tuvimos la suerte de que la ilustradora nos lo dedicara y nos hiciera un dibujo. 

Con mi acostumbrada suerte, volví a casa con una preciosidad en el bolso: este original de Noemí.


Noemí Villamuza tiene bastantes libros ilustrados, os invito a dar un vistazo a su página web porque realmente merece la pena: noemivillamuza.com


viernes, 21 de noviembre de 2014

ORÍGENES

Hace unos días hemos ido a ver una película que nos ha gustado mucho I Origins, títulada en español simplemente como Orígenes

La historia juega con la idea poética de vincular las ojos, en concreto el iris, diferente en cada uno de nosotros, con el alma, y con la posibilidad de demostrar si ésta existe y si nos transciende más allá de la muerte.


Fotograma de la película: Orígenes

La película parte del supuesto de crear una importante base de datos de iris de distintas personas, de manera que cuando buscas uno en concreto, puedas saber a qué persona pertenece y dónde se registró. Sólo puede haber una persona con un mismo iris. Es único e irrepetible. Pero, ¿y si apareciese otra persona con el mismo iris en otro lugar del mundo?  ¿Tendría eso algún significado? ¿Podría haber alguna conexión entre esas dos personas? Una viva y otra muerta.

La película juega con esa idea y me parece que el final está fantásticamente resuelto. La música es envolvente y la fotografía muy buena. 

Está es la segunda película del director Mike Cahill. Aunque nos gustó más su primera película Another earth. Ésta no dejamos de recomendarla. Podéis ver el trailer y escuchar un poco la banda sonora pinchando AQUÍ.   

En cualquier caso, lo que está claro es que nunca se va a volver a repetir ni el mismo lugar, ni el mismo entorno, ni tiempo, ni las mismas personas que nos rodean. Eso que conforma también ese "quién soy", "quiénes somos".



domingo, 9 de noviembre de 2014

LEYENDAS DE TONO de KUNIO YANAGITA


A través del Arte podemos entrar en contacto con otros mundos. La capacidad de imaginar y de visualizar aquello que "no es real" se hace posible gracias a la pintura, la palabra, la fotografía...

Las historias siempre nos han hablado del encuentro con "lo extraordinario", que vive muy cerca de nosotros, que nos es muy próximo y que al verbalizarlo nos lo hace accesible. 

Porque... ¿seríamos capaces de soportar un encuentro con "lo extraordinario" sin atemorizarnos"? 

El Arte le da un marco "lógico", a lo que se sale de la lógica. 

Y, no nos equivoquemos, necesitamos ese encuentro con lo extraordinario, con lo irracional, lo inexplicable...

Cuando además viene envuelto en algo hermoso, nosotros, al menos, lo encontramos irresistible.

Si a vosotros os ocurre esto también, no podéis dejar de leer este libro del que os hablaremos a continuación y del que también os dejaremos una pequeña muestra acompañada de una foto, como no, "extraordinaria". 

El libro es The legends of Tono de Kunio Yanagita. Nosotros lo tenemos en versión inglesa, pero se público en castellano traducido del japonés en el 2013, por la editorial Quaderni con el título: Mitos Populares de Japón. Leyendas de Tono.

Es la recopilación del repertorio de un solo narrador. El libro es muy especial, pues convirtió a su autor en el equivalente japonés de los hermanos Grimm ya que con él nació en Japón el folklore como ciencia. Resulta casi inverosímil que así sea, pues más que una voluminosa colección de cuentos maravillosos (que alguno hay) este tomito de menos de cien páginas es un conjunto de leyendas, descripciones de costumbres tradicionales e incluso de lo que los folkloristas llamamos memorates, esto es, relatos en primera persona sobre experiencias con lo sobrenatural. 

En un lenguaje sencillo, descriptivo y poético, se narran escenas cotidianas, donde cuando menos te lo esperas ocurre algo sobrenatural, que te sobrecoge. 

Por esas conexiones artísticas hacemos esta asociación entre el texto de Yanagita y la foto (sí, es una foto) del fotógrafo pictorialista chino Dong Hong-Oai (1929-2004)





In Yamaguchi village, a household head named Kichibei went to Mt. Nekkodachi to cut some bamboo grass. He wrapped the grass into bundles, put it on his back, and was about to stand up when the wind came rustling across the field of  bamboo grass. He looked up and saw a woman with a baby on her back come out of the woods in the distance and walk across the bamboo grass toward him. She was fascinating, and, as in the previous story, she had long black hair trailing behind her. The straps that fastened he baby to her were made from wisteria vines. Her kimono was of the common striped colth, and the lower part, which was worn out, was patched with a variety of leaves. Her feet did not seem to touch the ground. She approached unhesitatingly, passed indifferently before him, and went off into the distance. His illness, which began with the fright of that moment, continued for a long time. He recently died. 
 Translated by Ronald A. Morse

En la aldea de Yamaguchi, un cabeza de familia de nombre Kichibei fue al monte Nekkodachi para segar hierba de bambú. Hizo hatos con la hierba, y estaba a punto de ponerse en pie cuando un viento atravesó susurrando el campo de hierba. Alzó la mirada, y vio a una mujer con un bebé a la espalda salir del bosque que había más allá y caminar hacia él a través de la hierba. Era fascinante y, como en el relato anterior, arrastraba tras de sí una larga cabellera negra. Las correas con las que tenía sujeto al bebé eran de liana de wisteria. Su kimono era de paño a rayas corriente y la raída parte inferior estaba remendada con diversos tipos de hojas. No parecía que sus pies tocaran el suelo. Se acercó sin vacilar, pasó con indiferencia delante de Kichibei y se perdió en la distancia. Su enfermedad, que empezó con el pavor de ese momento, se prolongó largo tiempo. Murió hace poco. 
Traducción J.M de Prada-Samper 


viernes, 31 de octubre de 2014

HERMANA DE HUESOS

He pensado que hoy era un día muy adecuado para colgar el primer vídeo propio en nuestro blog. Es un vídeo casero realizado por nuestro amigo el folklorista Pepe Pedrosa, donde cuento un relato africano del que hay muchas versiones, la mía es una adaptación inspirada en la lectura que encontré en The girl who married a lion de Alexander McCall Smith. Espero que os guste. 




martes, 28 de octubre de 2014

MAFALDA

Hace unos días Quino recibió el premio Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2014. Nos alegramos por el maestro.

Y es además una excusa, como otra cualquiera, para compartir una de nuestras viñetas preferidas de Mafalda:


jueves, 9 de octubre de 2014

ÉBANO de Ryszard Kapuściński

Ébano es una recopilación de artículos del escritor y periodista polaco Ryszard Kapuściński. Están escritos, en su mayoría, mientras él viajaba en la década de los 60 del s.XX  por casi todos los jóvenes países de África central. La falta de dinero la suplía con entusiasmo y un espíritu viajero capaz de hacer vibrar al lector, que va leyendo las páginas como si se sumergiera en una novela de acción trepidante a la que no le falta de nada: encuentros con búfalos en el Serengeti, golpes de Estado, magia negra, revoluciones, malaria, gestos de amistad y reposados atardeceres. 

A pesar de que, como digo, la mayoría de los artículos se refieren a unas cuantas décadas atrás, muchas de las reflexiones sobre África, su gente, y también sobre la manera en la que los europeos se han relacionado y nos relacionamos con África siguen teniendo su vigencia hoy en día. 

En el último artículo del libro titulado: "En África, a la sombra de un árbol", hace mención a una costumbre que, he de reconocer, suena algo tópica, aunque tiene algo de cierta y es la manera de contar africana sin dar fechas concretas. Se vive en el tiempo del mito. 


Foto de Marlene Winberg
Pues bien, ha caído la noche, estamos sentados bajo un árbol enorme y una muchacha me ofrece un vaso de té. Oigo hablar a gentes cuyos rostros, fuertes y brillantes, como esculpidos en ébano, se funden con la inmóvil oscuridad. No entiendo mucho de lo que dicen pero sus voces suenan serias y solemnes. Al hablar se sienten responsables de la Historia de su pueblo. Tienen que preservarla y desarrollarla. Nadie puede decir: leedla en los libros, pues nadie los ha escrito; no existen. Tampoco existe la Historia más allá de la que sepan contar aquí y ahora. Nunca nacerá esa que en Europa se llama científica y objetiva, porque la africana no conoce documentos ni censos, y cada generación, tras escuchar la versión correspondiente que le ha sido transmitida, la cambia, altera, modifica y embellece. Pero por eso mismo, libre de lastres, del rigor de los datos y las fechas, la Historia alcanza aquí su encarnación más pura y cristalina: la del mito.
Pag, 333
Ed. Anagrama. 
Traducción del polaco de Agata Orzeszek



martes, 16 de septiembre de 2014

EL KALEVALA DE ELIAS LÖNNROT


Después de visitar Finlandia y de escuchar a algunos narradores de allí contar algunas escenas del Kalevala, no he tardado mucho en sumergirme en las páginas de este libro inmenso que contiene muchos libros y cantos; paisajes, leyendas y mitos en él.

El Kalevala es una recopilación de cantos en verso llevada a cabo por el folklorista finlandés Elias Lönnrot (Sammatti,1802-1884). Aunque no fue un simple copista, se sabe, gracias a sus minuciosos y detallados apuntes, que él mismo compuso algunos de los versos y dio forma a la unidad del conjunto. 

Lo cierto es la obra es espectacular y destila magia por los cuatro costados. Nos traslada a un mundo ancestral haciéndonos soñar con el despertar del mundo y la fuerza extraordinaria de la palabra. Es la voz del cantor, que da vida o la quita, una de los temas presentes que más me han llamado la atención. 

En el Kalevala encontramos bastantes historias y personajes. De hecho, se pueden leer capítulos sueltos e historias de manera casi independiente. Uno de los personajes más fascinantes es Väinämöinen, el rapsoda que nació ya viejo y que enamorado decide ir al oscuro norte para conseguir a la doncella de Pohja.
Dama bastante solicitada, puesto que también se la disputan Ilmarinen, el herrero universal capaz de forjar el mítico sampo, y otro héroe llamado Lemminkäinen quién en la conquista de la deseada acabó con el cuerpo troceado en el río de Tuoni, la muerte. 

Y es aquí donde quería yo venir a parar. Porque es una escena bastante impresionante. La madre de Lemminkäinen se entera de que su hijo está muerto, pero lejos de resignarse, se presenta en las orillas del río y rescata los restos de su hijo (Es la escena que nos ilustra el cuadro de Akseli Gallen-Kallela). Junta todas las piezas y poco a poco las vuelve a la vida. Sí, cual Osíris. Pero ¿cuál es la última y la que le cuesta más volver a la vida? ¿Cuál es la que se le resiste a esta mujer que ha conseguido re-nacer a su hijo? El habla. Después de conseguir  juntar la carne, las venas rotas, colocarle los huesos y los ojos en su sitio, devolverle el habla al hijo, no fue tarea fácil.

Encuentro que es un párrafo muy hermoso. Lo copiaré a continuación para que lo degustéis, para que lo bebáis, como la miel de la que se habla. Os dará una idea del ritmo estupendo del Kalevala y a pesar, o quizá porque es en verso, es fácil leerlo, y es una también estupenda labor de traducción.

Después de una experiencia traumática, o cuando algo nos sorprende de manera positiva o negativa, no es raro que nos quedemos sin voz.


La madre de Lemminkäinen (1897). Akseli Gallen-Kallela  

El Kalevala. Elias Lönnrot. 
Edición preparada por Joaquín Fernandez y Ursula Ojanen
Editora Nacional
Madrid, 1984

CANTO XV 

Así pues consiguió la madre 
de Lemminkäinen recrearlo, 
le devolvió su antigua forma, 
el aspecto que antes tenía. 
Infundieron vida sus súplicas 
a las venas, a las arterias, 
mas no devolvieron el habla,
la palabra al pobre muchacho. 

La madre rompió a hablar y dijo: 
"Se podría encontrar un bálsamo 
milagroso, algo de aguamiel, 
para que un hombre extenuado, 
un pobre héroe maltrecho 
pudiera recobrar el habla, 
romper de repente a cantar? 

Escúchame, querida abeja, 
flor la que reinas en el bosque, 
corre veloz a buscar miel,
agua de miel ve a recoger 
al fondo mismo de Tapiola, 
al denso reino de los bosques, 
en los cálices de las flores, 
en lo íntimo de las plantas, 
para ungir las partes enfermas 
para curar las graves llagas." 

Despegando el vuelo, la abeja 
se dirigió al fondo del bosque,
libó las flores de la landa, 
y de la punta de seis flores, 
de los estambres de cien henos 
destiló miel sobre su lengua; 
luego, las alas impregnadas 
de miel, el zumbador insecto 
rápidamente regresó.  

La madre usó de los ungüentos 
para ungir al hombre agotado, 
curar al héroe maltrecho; 
pero no dieron resultado, 
el habla no le devolvieron.

La madre dijo estas palabras: 
"Escúchame, querida abeja, 
dirige tu segundo vuelo 
allende nueve grandes mares, 
hacia la isla que aparece 
sobre la cresta de las olas, 
a los países de la miel, 
a la nueva mansión de Tuuri, 
el que los truenos distribuye.  
Miel prodigiosa hay allí 
y bálsamos maravillosos 
para recomponer las venas, 
capaces de curarlo todo; 
abeja tráeme esos ungüentos, 
tráeme esos mágicos remedios 
para que con ellos recubra 
las llagas, cure las heridas."

La abeja, con rápido vuelo, 
nueve grandes mares cruzó, 
llegando a la mitad del décimo. 
Un día voló, dos, casi tres, 
sin posarse nunca en un tallo, 
sin detenerse en una hoja, 
hacia la isla que surgía 
sobre la cresta de las olas, 
hacia las tierras de la miel 
en la ribera del gran rápido, 
donde el sagrado remolino. 

Allí hacían hervir la miel, 
espesos untos preparaban 
en una marmita de arcilla, 
en recipientes tan pequeños 
que sólo cabía el pulgar, 
no más que de un dedo la yema.

La abeja de ligero vuelo 
se proveyó de los ungüentos, 
y, pasados unos instantes, 
zumbadora, emprendió el regreso 
con seis vasijas en las patas 
y siete vasos en la espalda 
llenos de ungüentos milagrosos, 
repletos de pomadas grasas.
Roció la madre con los bálsamos 
a Lemminkäinen, lo frotó 
con nueve ungüentos diferentes, 
con ocho aceites prodigiosos, 
más no surtieron el efecto 
deseado, no fueron útiles. 
  
Entonces dijo así la madre:
 "Escúchame, querida abeja, 
por tercera vez alza el vuelo 
a las etéreas alturas, 
más allá del noveno cielo, 
donde existe abundante miel, 
agua de miel hay a raudales. 
Un tiempo hubo en que el Creador 
usó de ellas para ungir, 
rociar las llagas de su hijo 
herido por potencias malas; 
baña tus alas en la miel, 
abeja, en el dulce bálsamo; 
tráemela sobre tus alas, 
bajo tu manto de colores, 
para ungir las partes enfermas, 
para cubrir las hondas llagas."

La obediente adorada abeja 
preguntó a la madre del héroe: 
"¿Cómo podré llegar allí, 
siendo tan débil como soy?"
"Podrás llegar muy fácilmente, 
muy grato te será volar s
obre la luna, bajo el sol, 
del cielo entre las estrellas; 
el primer día llegarás
hasta la frente de la Luna; 
el día segundo y el tercero, 
deslizaráste por los hombros, 
resbalarás por las espaldas, 
de la esplendente Osa Mayor, 
de las hermosas Siete Estrellas; 
ya es corto el camino, 
sólo te espera un breve viaje 
para llegar donde se halla 
Dios santo, el Bienaventurado."
 
La abeja abandonó la tierra, 
la de alas dulces alzó el vuelo, 
se deslizó con sus alitas 
por el gran disco de la luna, 
destelló alrededor del sol, 
luego alcanzó la Osa Mayor, 
las Siete Estrellas, y por fin, 
entró de Dios en las mansiones, 
en casa del Omnipotente. 

Allí destilábanse ungüentos, 
espesos bálsamos se hacían 
en unas marmitas de plata, 
en unos recipientes de oro; 
en el centro hervía la miel, 
en los bordes se fundía el sebo, 
al lado sur el aguamiel, 
al lado norte los ungüentos.

Como era de esperar, la abeja 
encontró miel en abundancia, 
en abundancia halló aguamiel; 
pasados algunos instantes, 
levantó el vuelo zumbadora, 
llevando en las patas cien cuernos 
con vasos a millares, unos 
llenos de miel, de aguamiel otros, 
el resto con mágicos untos.

La madre los probó en su boca, 
saboreólos con la lengua, 
los examinó atenta y dijo: 
"Estos ungüentos son los buenos 
son los bálsamos del Creador, 
aquellos utilizó Dios 
para en las llagas derramar."

Después ungió al hombre agotado 
a Lemminkäinen, el maltrecho, 
frotó las partes lesionadas, 
frotó los miembros desgarrados 
de arriba abajo, hasta en el centro 
y luego rompió a hablar diciendo:
"¡Despiértate ya de tu sueño, 
deja por siempre de soñar 
en esta fúnebre morada, 
sobre el manto de las desgracias!"

El héroe se despertó
salió por fin de su letargo (...)

martes, 19 de agosto de 2014

Viajar con las palabras

Ahora que es tiempo de viajes, compartimos con vosotros tres citas que nos gustan sobre este tema:


Viaja no para encontrarte a ti mismo, sino para recordar
quien nunca has dejado de ser.


"Viajar te deja sin habla para convertirte luego en un narrador".
Ibn Battuta



Viajamos no para escapar de la vida, sino para que la
vida no se nos escape.
 

Todas las citas están compartidas a través de pinterest.



miércoles, 13 de agosto de 2014

El árbol de la vida. Healing Storytelling Symposium en Finlandia.

Del 27 de julio al 2 de agosto hemos participado en: Tree of Life. Healing Storytelling Symposium que ha tenido lugar en la preciosa localidad de Karjaa en Finlandia.


Rodeados de árboles, un lago y acompañados por un tiempo que era más propio del mediterráneo que de los países escandinavos (una media de 30ºC) los 90 participantes del evento, hemos podido disfrutar de las historias que, en muchas y variadas formas, nos conectaban con el presente, el pasado, el futuro, la naturaleza y nosotros mismos. 

 
Ha sido una experiencia intensa y enriquecedora para nosotros, como narradores y como personas, porque viajar nos hace explorar el mundo y exponernos a otras maneras de mirar y darnos cuenta que nunca nada es lo que se espera, siempre es mejor, si estás dispuesto a abrirte al otro y dejarte llevar por la curiosidad y el deseo de aprender.


Fue fantástico compartir nuestro historias del taller Once upon a time is still now. Historias de la colección Bleek-Lloyd con historias que hemos recogido en los viajes por el Karoo, en Suráfrica. Historias que se contaron hace mucho, historias que se cuentan ahora en la otra punta del hemisferio sur. ¿Qué nos tenían que decir esos relatos? Viajamos con ellos y a través de las imágenes. Nos intercambiamos opiniones, intuiciones, ideas, conceptos y tal vez nos llevamos enganchados como propios los pensamientos de otros que modificaron los nuestros. Porque en la revisión de los cuentos y en el hablar sobre ellos está eso en lo que nosotros creemos firmemente, aunque ahora con un sentido distinto al que le dimos en el taller:  Érase una vez sigue siendo ahora.

La organización fue impecable y tuvimos la suerte de conocer a gente muy interesante y de realizar algún taller -nos hubiera gustado realizar más de uno- Ahsley Ramsden, Roy Gal-Or, Inger Lise Oelrich, Markus Luukoonen, Margot Henderson, Henrik Bredholt y Ann-Mai-Britt Fjord (Klezmerduo)..., pero hay alguien que no puede faltar y sin la que no hubiéramos estado allí, que nos conocimos en la distancia durante años, y a la que vimos sólo unos días antes, ¡y por casualidad!, nuestra entregada y dulce María Serrano. Tuvimos la suerte de oírles contar y de contar para ellos, en el caso de Klezmerduo, de oírles  hacer música con la que no puedes evitar bailar (¿lo dudas?? (Pincha aquí)

Foto de Virgo Karp

Hemos vuelto leyendo el Kalevala para seguir caminando por esos bosques de Finlandia....

Terminamos con la frase de ese libro con la que solían concluir las reuniones matinales de  los profesores del simposium
Lyökämme käsi kätehen ... lauloaksemme hyviä, parahia pannaksemme
Que significa simplemente "enlacemos nuestras manos".

jueves, 3 de julio de 2014

EL CAMINO

La semana pasada estuve con mi amiga Carmen Glez haciendo cuatro etapas del Camino de Santiago, de Roncesvalles a Estella. Pasamos un último día viendo Estella y visitando los monasterios de Iranzu, de Iratxe y la Fuente del vino. 

Siempre había querido hacer el Camino de Santiago y, aunque no he llegado a Santiago, tiene sentido hacer el Camino porque lo que importa no es llegar, es lo que pasa durante el viaje, el camino en sí. Así es como lo veo yo.



La experiencia ha sido fantástica y repetiré seguro. Repetiremos las dos. 

Quizá fuimos un poco ambiciosas para lo poco preparadas que íbamos físicamente, porque son ochenta y ocho kilómetros en cuatro días lo que tienes que caminar en esas etapas, repartidas en tandas de veintitantos kilómetros. 

Casi cada día acabábamos pensando que a la siguiente igual nos quedábamos a la mitad y que no importaba si no llegábamos, que daba igual, que no se trataba de cumplir ningún reto ni nada por el estilo; pero seguimos caminando, primero de Roncesvalles a Zubiri,luego de Zubiri a Pamplona, de Pamplona a Puente la Reina y de Puente la Reina a Estella. Entre bosques de hayas, robles y encinas, atravesando campos de espigas y pueblecitos con iglesias románicas. Caminando. Caminando y descansando.

De Puente la Reina a Estella
Puente La Reina
De Roncesvalles a Zubiri

San Pedro-Estella

He descubierto lo importante que es comer y descansar, pero descansar lo justo para que luego el cuerpo responda, porque si descansas demasiado luego te quedas roto y ya no hay quien te ponga en marcha de nuevo.

Y comer lo suficiente para sentir cómo la energía te carga las pilas y te da fuerza para ponerte en marcha.

Me ha gustado la determinación de levantarnos a las 6 de la mañana y saludar al día cuando aún está oscuro sabiendo que, aunque llueva o truene, vas a salir al mundo a caminar.  Teníamos suerte porque, aunque las previsiones eran pésimas, y daba lluvias y tormentas casi todos los días, llovía cuando llegamos a los sitios, pero no durante el camino. De todas formas, aunque hubiera llovido, hubiéramos salido igual, ese era el espíritu.

El paso lento hace que puedas ver el cambio del paisaje y observar las nubes y el color del cielo. Oír el silencio del bosque, el arrullo del río o el canto de los pájaros. También, es verdad, el ruido de las fábricas o los coches que pasaban por las carreteras a lo lejos en algunos tramos.

Te das cuenta de lo poco que necesitas para vivir: casi todo cabe en un mochila que llevas a las espaldas y que pesa. Vaya si pesa. 

Pero el peso de la mochila, el dolor de los pies, el cansancio... todo pasa si aguantas lo suficiente. Es lo más parecido a experimentar lo que me decían durante todo el año en la meditación zazen a la que he estado yendo: "no hagas caso a las molestias o al dolor porque pasarán". Oye, tal cual, al rato viene otra cosa, que te molesta más. Lo bueno es que nos acabábamos riendo de ello y llegaba un punto que, si estás sano, si tu cuerpo está sano, se recupera. Una ducha y un poco de descanso hacen el milagro.

Y el Camino, como la vida, te trae gente que camina un rato contigo, luego la dejas o te deja. Da igual. Compartes unos pasos. A menudo se preocupan por cómo lo llevas o te preocupas tú. 

Y cuando te vas siempre les deseas, como yo os deseo ahora: ¡Buen Camino!

domingo, 22 de junio de 2014

La palabra que vuela

Este mes de junio, por diferentes circunstancias, he ido a contar a varias prisiones de Barcelona. Me gusta llevar los cuentos a sitios donde se necesitan y creo que allí se necesitan porque, independientemente de las razones por las que la vida les haya llevado a cada uno allí, lo cierto es que, estaréis conmigo, no es un lugar agradable en el que estar. 


Si hay algo que no se puede encerrar es la palabra y la imaginación: esa vuela libre y regresa al lugar de donde vinimos o viaja a los lugares donde nos gustaría estar. Tener el poder de emocionarse con las historias significa ser capaz de salir de uno mismo y conectar con otros mundos que se hacen propios por un instante; en ese viaje y en esa relación hay infinitas posibilidades.

Hace mucho tiempo conté en una prisión de mujeres una historia que produjo un efecto en ellas (porque era una prisión de mujeres) y en mí que nunca olvidé, y que el otro día volvió a repetirse.

Les conté un libro ilustrado: El árbol generoso (The giving tree) de Shel Silverstein. Es la historia de un árbol y de un niño que va creciendo a lo largo del relato. El árbol siempre da y el niño siempre recibe y nunca se queda satisfecho. Al final uno se pregunta con cierta tristeza quién es más feliz: si quién da o quién recibe. Y luego elegimos cuanto dar y hasta qué extremo. Ellas se identificaron por completo con el árbol hasta el punto que me dijeron: ¡el árbol es mujer!


Me hizo gracia porque en inglés el pronombre usado para el árbol es She/Ella, así que en cierto modo, era verdad. El árbol era mujer. 

Mi amiga y contadora Catherine Favret les contó varias historias de los orishas, entre ellas cómo se formó el arco iris, y pude ver como varias de las chicas se emocionaban en un auténtico viaje a los orígenes porque eran cubanas. Los orishas para ellas no son solo cuentos bonitos, son una religión, algo que toca las raíces y el alma. 

En realidad, pensé, todas las historias tienen este poder de emocionar, tocarnos de una manera u otra y transformarnos.

Pero hay momentos en los que uno está más receptivo a determinados cuentos que otros. La voz, el lugar, el momento, el universo se confabula para que aquello te diga algo y tu escuchas y te maravillas, una vez más, del poder de las historias para llegarnos tan adentro.



Ilustración de Su Blackwell.


miércoles, 11 de junio de 2014

Cuentos en el gulag: un misterio eliadeano



Hace ya mucho años, al leer el prefacio de Mircea Eliade a la edición en inglés de su novela La noche de San Juan, me encontré este pasaje que desde entonces no he podido olvidar:
El modo específico de existencia del ser humano presupone la necesidad de enterarse de lo que sucede y, por encima de todo, de lo que puede suceder en el mundo que le rodea y en su propio mundo interior. El que esto atañe a la estructura de la condición humana lo muestra, entre otras cosas, la necesidad existencial de escuchar relatos y cuentos de encantamiento. En un libro sobre los campos de concentración de soviéticos de Siberia, Le Septième Ciel, el autor J. Biemel dice que todos los internos de su barracón –casi un centenar– lograron sobrevivir (mientras en otros barracones morían diez o doce personas cada semana) porque cada noche escuchaban a una anciana contar cuentos de encantamiento. Tan imperiosa era la necesidad de historias que sentían, que cada interno renunciaba a parte de su ración diaria de comida con tal de que la anciana no tuviera que trabajar durante el día y pudiera reservar sus fuerzas para sus inagotables recitales de cuentos. («Preface» a The Forbidden Forest, Notre Dame, Indiana: University of Notre Dame Press, 1978, p.VII


Mi interés por indagar sobre la importancia para el ser humano de escuchar y contar historias deriva en gran medida, aunque no exclusivamente, de las reflexiones que Eliade hace sobre la cuestión en este prefacio, y sobre todo de la anécdota, tomada de «J. Biemel» sobre la anciana narradora del gulag y sus «inagotables recitales».

A mediados de los años noventa, cuando me decidí a sistematizar los datos y testimonios que tenía sobre esta cuestión, una de las primeras cosas que hice fue buscar la fuente original de la anécdota. En aquellos tiempos pre-internet no fue tan fácil como yo esperaba. En primer lugar, «J. Biemel» no me llevó a ninguna parte. Finalmente, di con Le troisime ciel (no Septième), una novela publicada por la parisina Plon en 1952 y nunca traducida al castellano o al inglés. La obra, al menos en parte, está ambientada en el gulag soviético, y su autor es Jean Rounault, pseudónimo de Rainer Biemel (no «J. Biemel»), un escritor rumano de lengua francesa que fue deportado por los soviéticos. Con el tiempo obtuve un ejemplar de la novela, pero mucho que busqué no pude encontrar en ella la historia de la anciana narradora. Probé con otra obra de Biemel/Rounault que sí se tradujo al inglés Nightmare: The Experiences of a French Journalist in a Soviety Labor Camp (Nueva York, Crowell, 1952), en la que el autor refiere sus experiencias en el gulag y donde era razonable esperar que estuviera la anécdota referida por Eliade. También fue en vano.
 
¿De dónde procedía, pues, la historia? Era evidente que Eliade se había confundido a la hora de citar su fuente, aunque comencé a sospechar que quizá no había tal confusión, y la anécdota era de su invención, aunque había decidido atribuírsela a un autor al menos en parte inventado.

Años después, en abril de 2006, gracias a la mediación de Joaquín Garrigós (espléndido traductor, entre otras cosas, de La noche de San Juan, publicada en 1998 por Herder), tuve la oportunidad de escribir a Mac L. Ricketts, amigo y biógrafo de Eliade, con la esperanza de que quizá él podría aclararme el misterio en torno a esta historia y su fuente original. En mi mensaje le daba cuenta de lo que había podido averiguar, y le preguntaba si le constaba que Eliade había conocido a Biemel.


En su primera respuesta Ricketts me dijo que «Eliade leía tanto que no es de extrañar que a veces se confundiera. No me consta que conociera a Biemel. Lo más probable es recordar haber leído su libro o libros, y también recordara el relato por haberlo leído en otro lugar; esa es mi suposición. Si pudiera usted encontrar a un experto en la literatura del gula esa persona quizá podría ayudarla».

Esta respuesta me decepcionó mucho, pues casi había dado por seguro que Ricketts me ayudaría a solucionar el enigma. Sin embargo, pocas horas después me mandó otro mensaje con en el que me decía que había buscado en las partes inéditas del diario de Eliade y había encontrado, en una anotación del 12 de febrero de 1949, constancia de un encuentro entre Eliade y Biemel, en casa de un amigo común. En ella Eliade describe al otro escritor como alguien «muy engreído, con los aires de un agregado cultural, protegido del ministro, y, a mismo tiempo, con el complejo de superioridad de un editor de vanguardia». En una anotación del 12 de febrero ese mismo año, proseguía Ricketts, Eliade vuelve a referirse a Biemel, y dice que es una persona obsesionada por la astrología, si bien, añade Ricketts, «es imposible saber si Eliade sabía esto por conocimiento personal o por rumores». Ricketts concluía su mensaje diciéndome: «¡De modo que por lo menos sí que lo conoció, y no le causó una impresión muy favorable!


Y esto es todo. Se tratara de una confusión de Eliade al citar la fuente, o de una extraña y retorcida forma de atribuírsela a alguien que le había caído mal, pero de quién quizá la había escuchado, el misterio sigue sin resolver. Aun así, la historia de la anciana narradora, con su salvífico e inagotable repertorio de cuentos no pierde por ello fuerza y, sí, plausibilidad. 


lunes, 2 de junio de 2014

Juana Rodríguez y el cuento de Policarpo

Este mes hemos publicado un artículo en el boletín nº 20 de AEDA (Asociación de Profesionales de la Narración Oral en España). 

Nos hace especial ilusión porque nos recuerda los veranos en Prioro, León, y, sobre todo,  la persona entrañable y estupenda narradora que es Juana. 
Os invitamos a leerlo a través del siguiente enlace:

viernes, 23 de mayo de 2014

La torre de Babel y los idiomas

Esta claro que un libro puede ser una compañía excelente. Y hablo de un libro de esos que cuando empiezas a leerlo ya no puedes parar. Te habla a ti. Estableces un diálogo con el autor y con los personajes que va más allá de la letra escrita, la respiración y los espacios entre las líneas se acompasan de tal manera que estás enganchado, pillado, hasta el final, hasta la última página. Si además esto te ocurre cuando inicias un viaje largo, con muchas horas de espera, es lo mejor que te puede pasar, ya no estarás solo, durante todo el trayecto la diversión está garantizada: desplazamiento exterior e interior. 

Cuento esto para poneros en situación, en mis largas horas de vuelo a Ciudad del Cabo, vía Estambul, compré de segunda mano Dos mujeres en Praga de Juan José Millás, porque pensé: "esta novela me va a entretener". Y sí, me entretuvo. Me la leí de una sentada. Es una trama puzzle:  historias dentro de historias, donde se juega a inventarse la propia vida y al final uno se plantea si es más verdad lo que uno vive o lo que uno imagina. 

Pero no quería hablar de eso, sino de una notita de nada que me llamó la atención y que me llevó a doblar el borde de la página, como hago siempre, para marcarla y pensar más tarde sobre ello. La idea de que lo que puede entorpecer la comunicación entre las personas no es el desconocimiento de un idioma, sino precisamente su conocimiento, y lo expresa con esta anécdota:


El padre, muy mayor, vivía con una señora que había empezado haciéndole la comida y que había acabado instalándose en la vivienda, no se sabía muy bien en calidad de qué. La mujer era árabe y ninguno de los dos hablaba el idioma del otro, pero se entendían con una precisión misteriosa en una lengua intermedia que iban creando día a día. El entendimiento quedaba reducido al ámbito de lo esencial, pero eso -pensaba Álvaro- es lo que posibilitaba la convivencia. De hecho, temía que si aquel idioma inventado se perfeccionara o se hiciera más complejo, podrían empezar a intercambiarse a través de él productos existenciales que separaran lo que la simpleza había unido.    
-Quizá el problema de la torre de Babel (...) no fue que aparecieran diferentes lenguas, sino que la que tenían se hizo más complicada ofreciendo a los usuarios la posibilidad de dudar, de contradecirse, de atribuir al otro el miedo propio.  
 (pp. 109 Edit. Espasa)

Y lo que después pensé es que en esa torre de Babel el guirigay que se montó también debió llevar a que nadie escuchará más que su propio ruido o su propio miedo, ni siquiera ya el miedo del otro, que, por otro lado, tampoco debía de ser tan diferente del propio.

Viajar va muy bien para volver a lo simple: un pie delante del otro es lo que se necesita para seguir avanzando. Cuando más viajas, más cerca del destino estás. Y a veces para entender, lo que necesitas es callarte, no hablar. 




sábado, 26 de abril de 2014

Al pie del Monte Mesa

Hace unas semanas que hemos vuelto a viajar al hemisferio sur, de nuevo en nuestra amada Ciudad del Cabo y de nuevo al pie del Monte Mesa.


Es fácil sentirse impresionado por la belleza del lugar y la majestuosidad de las montañas.

No importa las veces que hayas visto ponerse el sol tras la montaña de La Cabeza del León. Siempre lo añoras. Siempre es hermoso deleitarse una vez más con el silencio y la belleza que parece sobrevenir anunciando la noche.



Pensé que el corazón me daría mil vueltas otra vez al bajar del avión y ver a los amigos y revisitar los lugares. Pero esto es volver a casa. 

Nos sentimos como si fuera ayer cuando paseábamos por aquí y sonreíamos ante las cosas conocidas que hace tiempo que no veíamos o que no probábamos: las proteas que se abren...



Y la cerveza de jengibre o el paté de snoek... hmmm ¡qué bueno!


Disfrutamos de las pequeñas y de las grandes cosas y, sobre todo, de poder compartirlas con los amigos sudáfricanos. No hay nada como hablar cara a cara y no a través de la pantalla del ordenador. 

La semana que viene yo estaré otra vez de vuelta en Barcelona, y Jose unas semanas más tarde, pero el instante, el AQUÍ Y AHORA tiene alma africana y la cantamos en esta primavera-otoño.


martes, 1 de abril de 2014

SUEÑO EN EL PABELLÓN ROJO

Hace unas semanas terminé de leerme la novela Sueño en el Pabellón Rojo de Cao Xueqin. Está considerada por muchos como la gran novela de la literatura clásica china. Y desde luego no cabe duda de que es una obra maestra que ha sabido resistir el paso del tiempo conservando intacta su belleza.

La obra, que data del s.XVIII, se empezó vendiendo en copias manuscritas en ferias y mercados con diferentes títulos (otro muy popular fue: Memorias de una roca).Al parecer no hay ninguna duda sobre la autoría de los primeros 80 capítulos de la novela, pero los estudiosos no se ponen de acuerdo con respecto a los últimos 40 capítulos, que es posible que se escribieran a posteriori y debido al enorme éxito alcanzado por la historia.

En la edición que yo he leído de Sueño en el Pabellón Rojo, de Círculo de Lectores, la editorial se ha decidido por sacarla en dos tomos de unos 1.200 páginas cada uno.




Se trata de una edición bastante cuidada con anotaciones y una introducción breve, pero muy interesante.

Hay que reconocer que la novela tiene cierta dificultad de lectura. Son más de 2000 páginas con 400 personajes, la mayoría de ellos emparentados entre sí y, por lo tanto, los nombres se parecen mucho; además, lógicamente, son nombres chinos, con su cierta dificultad para un occidental de poder distinguir entre femenino y masculino... En fin, te acabas haciendo un lío, incluso aunque te mires el árbol genealógico de la parte de atrás del libro. 

Pero superado ese escollo, que, aunque no es menor, tampoco es intransitable. ¿Cómo no dejarse envolver por un lugar donde la poesía era obligada hasta para beberse una copa de alcohol? ¿Dónde el lujo llegaba al extremo de crear jardines para celebrar la visita de una concubina imperial? 

Un mundo feudal, agresivo, sujeto a las inclemencias del tiempo y a los abusos de los señores y del poder imperial, pero también un lugar donde tienen lugar las reflexiones filosóficas, los juegos sexuales, las traiciones y las tensiones amorosas, todo al mismo tiempo, y, a menudo, con los mismos protagonistas. 

¿Cómo no dejarse arrastrar por todo ello, si además está escrito de una forma tan apabullantemente delicada, con unas imágenes que te trasladan a otra época, con tanto lujo de detalles que es como si vieras una pintura, como si estuvieras visitando un paisaje por el pudieras caminar? Irresistible, la verdad.

La novela arranca de una forma mítica. La diosa Nüwa quería reparar la bóveda celeste y necesitaba rocas para ello, acudió al Acantilado de lo Insondable, en la Montaña de la Inmensa Soledad, donde las consiguió. Una vez reparada la bóveda le sobró una roca y ésta quiso bajar al mundo para conocer nuestros avatares. Lo hizo de una manera curiosa, transformada en una piedra de jade, una piedra muy pequeña que apareció en la boca de Jia Baoyu. 

Jia Baoyu pertenece a una familia muy rica de la que acabaremos sabiendo muchas cosas a lo largo de la novela.

Los personajes femeninos está magistralmente tratados. Resultan mucho más atractivos que los masculinos, que acaban siendo bastante predecibles. 

Os dejo una descripción a modo de invitación a la lectura de Sueño en el Pabellón Rojo y para que veáis si esto no es pintar con palabras:


  Y es que el vino amarillo no le había sentado bien a la abuela Liu, y tanta comida y tan grasienta le había producido una sed que aplacó con ingentes cantidades de té, todo lo cual, mezclado, había contribuido a descomponerle el estómago. Así, pasó un buen rato acuclillada en el retrete. Cuando por fin se incorporó, el vino se le había subido a la cabeza y, como ya era de edad, avanzada, tanto tiempo en cuclillas le había producido tal mareo que ahora no recordaba el camino de regreso. 
 Miró en torno suyo. Por todas partes se alzaban árboles, rocas, torres y pabellones, pero, incapaz de orientarse, no tuvo más remedio que ir cojeando lentamente por un sendero empedrado hasta llegar a un edificio. Buscó un buen rato la entrada hasta que dio con una cerca de bambú. "Así que también aquí tienen habichuelas", pensó al verla.  Bordeando la cerca llegó hasta un portón en forma de luna y lo cruzó. Delante de ella apareció un estanque de unos cinco o seis pies de ancho, con las orillas cubiertas de lajas, en el que desembocaba un arroyo verde. Para cruzarlo había una larga laja blanca por la que pasó a un sendero empedrado que, más allá de un par de meandros, se detenía ante una puerta. Lo primero que vio al entrar fue a una muchacha que le daba, sonriente, la bienvenida. 
-He perdido a las jóvenes damas -dijo atropelladamente la abuela Liu-. He tenido que dar muchas vueltas hasta encontrar este sitio.
Al no recibir respuesta de la muchacha, la anciana se adelantó para cogerle la mano y, ¡pum!, se dio un cabezazo contra un tabique de madera. Al observarlo con más detenimiento descubrió que se trataba de un cuadro. ¡Extraño! ¿Cómo habrían conseguido que la figura se proyectase como una persona real? Pero al tocarla constató que se trataba de una figura plana. (...)
De pronto la abuela Liu recordó haber oído alguna vez que los ricos tienen en sus casas una especie de espejo de cuerpo entero, y columbró que estaba hablando con su propio reflejo. 
(pp. 717-718. Sueño en el Pabellón Rojo. Cao Xuequin. Traducción de Zhao Zhenjiang y de José Antonio García Sánchez)