sábado, 26 de abril de 2014

Al pie del Monte Mesa

Hace unas semanas que hemos vuelto a viajar al hemisferio sur, de nuevo en nuestra amada Ciudad del Cabo y de nuevo al pie del Monte Mesa.


Es fácil sentirse impresionado por la belleza del lugar y la majestuosidad de las montañas.

No importa las veces que hayas visto ponerse el sol tras la montaña de La Cabeza del León. Siempre lo añoras. Siempre es hermoso deleitarse una vez más con el silencio y la belleza que parece sobrevenir anunciando la noche.



Pensé que el corazón me daría mil vueltas otra vez al bajar del avión y ver a los amigos y revisitar los lugares. Pero esto es volver a casa. 

Nos sentimos como si fuera ayer cuando paseábamos por aquí y sonreíamos ante las cosas conocidas que hace tiempo que no veíamos o que no probábamos: las proteas que se abren...



Y la cerveza de jengibre o el paté de snoek... hmmm ¡qué bueno!


Disfrutamos de las pequeñas y de las grandes cosas y, sobre todo, de poder compartirlas con los amigos sudáfricanos. No hay nada como hablar cara a cara y no a través de la pantalla del ordenador. 

La semana que viene yo estaré otra vez de vuelta en Barcelona, y Jose unas semanas más tarde, pero el instante, el AQUÍ Y AHORA tiene alma africana y la cantamos en esta primavera-otoño.


martes, 1 de abril de 2014

SUEÑO EN EL PABELLÓN ROJO

Hace unas semanas terminé de leerme la novela Sueño en el Pabellón Rojo de Cao Xueqin. Está considerada por muchos como la gran novela de la literatura clásica china. Y desde luego no cabe duda de que es una obra maestra que ha sabido resistir el paso del tiempo conservando intacta su belleza.

La obra, que data del s.XVIII, se empezó vendiendo en copias manuscritas en ferias y mercados con diferentes títulos (otro muy popular fue: Memorias de una roca).Al parecer no hay ninguna duda sobre la autoría de los primeros 80 capítulos de la novela, pero los estudiosos no se ponen de acuerdo con respecto a los últimos 40 capítulos, que es posible que se escribieran a posteriori y debido al enorme éxito alcanzado por la historia.

En la edición que yo he leído de Sueño en el Pabellón Rojo, de Círculo de Lectores, la editorial se ha decidido por sacarla en dos tomos de unos 1.200 páginas cada uno.




Se trata de una edición bastante cuidada con anotaciones y una introducción breve, pero muy interesante.

Hay que reconocer que la novela tiene cierta dificultad de lectura. Son más de 2000 páginas con 400 personajes, la mayoría de ellos emparentados entre sí y, por lo tanto, los nombres se parecen mucho; además, lógicamente, son nombres chinos, con su cierta dificultad para un occidental de poder distinguir entre femenino y masculino... En fin, te acabas haciendo un lío, incluso aunque te mires el árbol genealógico de la parte de atrás del libro. 

Pero superado ese escollo, que, aunque no es menor, tampoco es intransitable. ¿Cómo no dejarse envolver por un lugar donde la poesía era obligada hasta para beberse una copa de alcohol? ¿Dónde el lujo llegaba al extremo de crear jardines para celebrar la visita de una concubina imperial? 

Un mundo feudal, agresivo, sujeto a las inclemencias del tiempo y a los abusos de los señores y del poder imperial, pero también un lugar donde tienen lugar las reflexiones filosóficas, los juegos sexuales, las traiciones y las tensiones amorosas, todo al mismo tiempo, y, a menudo, con los mismos protagonistas. 

¿Cómo no dejarse arrastrar por todo ello, si además está escrito de una forma tan apabullantemente delicada, con unas imágenes que te trasladan a otra época, con tanto lujo de detalles que es como si vieras una pintura, como si estuvieras visitando un paisaje por el pudieras caminar? Irresistible, la verdad.

La novela arranca de una forma mítica. La diosa Nüwa quería reparar la bóveda celeste y necesitaba rocas para ello, acudió al Acantilado de lo Insondable, en la Montaña de la Inmensa Soledad, donde las consiguió. Una vez reparada la bóveda le sobró una roca y ésta quiso bajar al mundo para conocer nuestros avatares. Lo hizo de una manera curiosa, transformada en una piedra de jade, una piedra muy pequeña que apareció en la boca de Jia Baoyu. 

Jia Baoyu pertenece a una familia muy rica de la que acabaremos sabiendo muchas cosas a lo largo de la novela.

Los personajes femeninos está magistralmente tratados. Resultan mucho más atractivos que los masculinos, que acaban siendo bastante predecibles. 

Os dejo una descripción a modo de invitación a la lectura de Sueño en el Pabellón Rojo y para que veáis si esto no es pintar con palabras:


  Y es que el vino amarillo no le había sentado bien a la abuela Liu, y tanta comida y tan grasienta le había producido una sed que aplacó con ingentes cantidades de té, todo lo cual, mezclado, había contribuido a descomponerle el estómago. Así, pasó un buen rato acuclillada en el retrete. Cuando por fin se incorporó, el vino se le había subido a la cabeza y, como ya era de edad, avanzada, tanto tiempo en cuclillas le había producido tal mareo que ahora no recordaba el camino de regreso. 
 Miró en torno suyo. Por todas partes se alzaban árboles, rocas, torres y pabellones, pero, incapaz de orientarse, no tuvo más remedio que ir cojeando lentamente por un sendero empedrado hasta llegar a un edificio. Buscó un buen rato la entrada hasta que dio con una cerca de bambú. "Así que también aquí tienen habichuelas", pensó al verla.  Bordeando la cerca llegó hasta un portón en forma de luna y lo cruzó. Delante de ella apareció un estanque de unos cinco o seis pies de ancho, con las orillas cubiertas de lajas, en el que desembocaba un arroyo verde. Para cruzarlo había una larga laja blanca por la que pasó a un sendero empedrado que, más allá de un par de meandros, se detenía ante una puerta. Lo primero que vio al entrar fue a una muchacha que le daba, sonriente, la bienvenida. 
-He perdido a las jóvenes damas -dijo atropelladamente la abuela Liu-. He tenido que dar muchas vueltas hasta encontrar este sitio.
Al no recibir respuesta de la muchacha, la anciana se adelantó para cogerle la mano y, ¡pum!, se dio un cabezazo contra un tabique de madera. Al observarlo con más detenimiento descubrió que se trataba de un cuadro. ¡Extraño! ¿Cómo habrían conseguido que la figura se proyectase como una persona real? Pero al tocarla constató que se trataba de una figura plana. (...)
De pronto la abuela Liu recordó haber oído alguna vez que los ricos tienen en sus casas una especie de espejo de cuerpo entero, y columbró que estaba hablando con su propio reflejo. 
(pp. 717-718. Sueño en el Pabellón Rojo. Cao Xuequin. Traducción de Zhao Zhenjiang y de José Antonio García Sánchez)