viernes, 24 de agosto de 2018

Combus y un poema de M. Atwood

Hace trece años pensé que necesitaba embellecer mi casa con una planta, hasta ese momento sólo había tenido algunas flores en el balcón. Compré una que parecía una palmera pequeñita, inmediatamente todo a su alrededor se hizo más hermoso. Creo que su nombre científico es dracaena marginata.

Han pasado muchas cosas desde entonces: me cambié de casa dos veces, de trabajo tres veces y, lo más importante, conocí a Jose. Juntos renombramos a esta pequeña planta como Combus (abreviatura de Combustión verde), ahora sabréis por qué.  Ella nos ha visto crecer, ha vivido con amigos cuando nosotros hemos estado fuera, y siempre nos ha aportado bienestar y paz en su rinconcito del salón.

Así es Combus:





El nombre que le dimos viene de uno de varios poemas de Margaret Atwood que Jose había traducido cuando nos conocimos. Es un poema de amor, pero también de ser otro, de cambio y crecimiento: de vida.

Ahora Combus estrena nueva nueva maceta, porque lo necesita, sigue creciendo, dándose y amando, igual que nosotros.


Más y más 


Más y más a menudo mis contornos 
se disuelven y me transformo 
en un anhelo de asimilar el mundo, incluido 
tú, de ser posible a través de la piel 
como los ardides de una planta viva con el oxígeno 
y vivir de una inofensiva combustión verde. 


No te consumiría, 
ni siquiera te 
acabaría, seguirías ahí 
rodeándome, íntegra 
como el aire. 


Por desgracia no tengo hojas. 
En su lugar poseo dientes 
y ojos y otras cosas 
que no son verdes e imposibilitan la ósmosis.  


Sé pues cautelosa, lo digo en serio, 
te lo advierto sinceramente: 


Este tipo de hambre lo atrae 
todo hacia su propio 
espacio; y no es posible 
agotar el tema, sostener 
una discusión serena y racional.  
Para esto no hay razón que valga, sólo 
la lógica sobre huesos de un perro famélico.              


     (de The Animals in That Country, 1968. Traducción de J.M. de Prada Samper)



More and more 

More and more frequently the edges 
of me dissolve and I became 
a wish to assimilate the world, including 
you, if possible through the skin 
like a cool plant's tricks with oxygen 
and live by a harmless green burning. 

I would not consume 
you, or ever 
finish, you would still be there 
surrounding me, complete 
as the air. 

Unfortunately I don't have leaves. 
Instead I have eyes 
and teeth and other non-green 
things which rule out osmosis. 

So be careful, I mean it, 
I give you a fair warning: 

This kind of hunger draws 
everything into its own 
space; nor can we 
talk it all over, have a calm 
rational discussion. 

There is no reason for this, only 
a starved dog's logic about bones.



martes, 20 de marzo de 2018

HOY Y SIEMPRE CUENTOS

Es bonito tener un Día Internacional para la Narración Oral, aunque cualquier día es bueno para escuchar cuentos.


lunes, 15 de enero de 2018

"Sobre la desaparición de los oráculos" Plutarco


¿Nos queda algo de aquellos dioses que fueron grandes y temidos en el mundo antiguo? ¿ O ahora ya son historias que decoran frisos y vasijas? 

Tal vez, perviven en el arte y ese es su consuelo. Me pregunto cuánta fuerza tienen para nosotros la palabra de los poetas antiguos que cantaban sus historias, o si eso también  cae en el olvido...

Hace poco me topé con un suceso que me impactó. Lo relata Plutarco en Sobre la desaparición de los oráculos (Obras morales y de costumbres. Edición de Manuela García Valdés. Akal/Clasica). 

Y narra el caso de un viaje en barco por la isla de Paxos en el que alguien llamado Tamún, que era un piloto egipcio, recibió un curioso encargo. El hombre oyó una voz que le llamó y le decía: "Cuando estés a la altura de Palodes proclama que el gran Pan ha muerto". 

El tal Tamún se sintió atónito por la orden, y no sabía si dejarla de lado o cumplirla, pero decidió que si no hacía viento, la llevaría a cabo.

Así, cuando estuvo frente a Palodes, no había viento ni oleaje, Tamún desde la popa, mirando hacia la tierra, dijo, según lo que había oído: Gran Pan ha muerto.  Aún él no había acabado y se produjo un gran gemido, no de una persona, sino de muchas, mezclado con gritos de sorpresa. 

Posteriormente se cuenta que otros muchos seres superiores desaparecieron en torno aquellas islas, dejando tras de sí perturbaciones atmosféricas: vientos fuertes, señales eléctricas, rayos y truenos. 

Ahora debe de haber otros dioses. No se llaman Pan, Hermes o Zeus y no viven en el Olimpo.